Para cuando nos quedamos pegados a las sábanas
las mañanas se vuelven largas,
se derriten los cristales,
avanzan las sombras de las destemplanzas
ocupando esos espacios
que en las habitaciones se llenan del silencio que avanza
dominando el escenario que a él más le agrada.
Si hace frío
solo queda esperar
a que llegue la lluvia
enlatada,
con marca de origen de la casa,
con tenue templanza
a descarriada esencia
escapada de una nube apagada.
Que dulzura contemplar
la helada presencia de los árboles
con sus viejas ramas,
troncos buceando en las entrañas
de la tierra ya alacena
y posada
de las raíces avanzando
en busca de nutritivas substancia.
En el candor de la mañana
nos acogemos a lo que nos dicta el alma,
suave terciopelo jugamos a ser
parte del diario de un pequeño gorrión
que sin saber nada
picotea para ver si le saca
a la cal de las paredes un poco del blancor
con que repintar las plumas de sus alas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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