viernes, 26 de diciembre de 2025

POESÍA: LA CIUDAD QUE NO ME QUIERE

 No quiero a la ciudad que no me gusta,
no me veo por ella abajo y arriba,
que las ciudades son monstruos que respiran
a través de los sumideros de las alcantarillas.

Cruzan sus cielos gaviotas 
que vienen de llevarse comidas
que roban en los basureros convertidas en restaurantes
de guía Michelín con su carta que se cita
en páginas de anuncios de las revistas de toda la vida.

Ciudades son a las que llegó y de las que salgo enseguida,
lo hago  por aquello de que no me quiero ver envuelto 
en sus variopintas aventuras.

Es por eso que las ciudades me animan 
a ser de ellas un excéntrico que se cuida
de formar parte de su círculos más selectos de faunas involucionistas.

En ellas me rompo,
para cuando me surge del interior del alma mía
una especie de calores  que terminan 
por incendiar los interiores donde se cobija, 
el ser lo que se es, y no lo que se adivina,
cuando bajas los cristales de las ventanillas
y ves que todo corre y que todo camina,
a esa velocidad de vértigo que solo se da en la Formula Uno.

En ellas pacientes se recuperan de sus heridas,
para volver a ese siempre que es la soledad 
de quienes siendo guerreros 
consiguen llegar a una paz que los trilla.

Hay observatorios para las humanidades heridas
y academias de corte
en las que de tres tijerazos
se puede hacer uno un traje a la medida.

En las Universidades de noche y en las de día 
se estudian aquellas cuestiones que dan derechos 
según se recogen en las estadísticas
y es que las pequeñas burguesías tienen más carisma
si un titulo es la bandera que hondea en sus vidas.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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