En su conjunto esta fotografía es más armoniosa que la anterior denominada "vejez". El autor la denomina “Soledad”. No se si será porque le trasmite soledad o porque detrás de esa palabra tan significativa hay otras consideraciones que tienen que ver con su infancia y con la contemplación de ese paisaje que un día vio lleno de vida y hoy muerto. ¿Hay que ver como con el paso de los días y de los años las percepciones que se tienen de las cosas se deforman?
La fotografía está tomada desde la calle y en ella se ve en su totalidad la fachada de una casa que luego se subdividió en tres. Los todavía paredones indican esa separación a la que me he referido. Las viviendas son de aquellas que tenían patio anterior, después vivienda y por último la cuadra, el pajar y el corral. A mano derecha de la fotografía una puerta tapiada y una escalera derruida son mudos testigos de un pasado ya lejano en que sus moradores habitaron en ella.
En estos patios se solía pasar muchas horas al día. Allí las mujeres sembraban semillas en botes de aquellos grandes de tomate natural que luego germinaban y llenaban el lugar de olores irrepetibles. Allí se jugaba, se oía por la noche la radió, se bailaba y se trabajaba la flor del azafrán y también se les quitaba a la tortas de girasol las pipas a base de golpes pegados sobre la superficie de la torta. En las horas del día que daba el sol se colocaban calderetas de agua para que los rayos solares calentaran el agua que luego servía para lavarnos de arriba a abajo. Allí cuando llegaba la matazón se mataba el gorrino y allí también se depositaban las aceitunas en grandes montones antes de que partieran camino del molino de aceite, almácera.
Bueno para que continuar. Esto quien no lo ha probado no se lo puede imaginar. ¡Tampoco y tanto!
La fotografía está tomada desde la calle y en ella se ve en su totalidad la fachada de una casa que luego se subdividió en tres. Los todavía paredones indican esa separación a la que me he referido. Las viviendas son de aquellas que tenían patio anterior, después vivienda y por último la cuadra, el pajar y el corral. A mano derecha de la fotografía una puerta tapiada y una escalera derruida son mudos testigos de un pasado ya lejano en que sus moradores habitaron en ella.
En estos patios se solía pasar muchas horas al día. Allí las mujeres sembraban semillas en botes de aquellos grandes de tomate natural que luego germinaban y llenaban el lugar de olores irrepetibles. Allí se jugaba, se oía por la noche la radió, se bailaba y se trabajaba la flor del azafrán y también se les quitaba a la tortas de girasol las pipas a base de golpes pegados sobre la superficie de la torta. En las horas del día que daba el sol se colocaban calderetas de agua para que los rayos solares calentaran el agua que luego servía para lavarnos de arriba a abajo. Allí cuando llegaba la matazón se mataba el gorrino y allí también se depositaban las aceitunas en grandes montones antes de que partieran camino del molino de aceite, almácera.
Bueno para que continuar. Esto quien no lo ha probado no se lo puede imaginar. ¡Tampoco y tanto!
La soledad es la que nos trae y nos lleva
siempre a la búsqueda de unas raíces certeras
que se encuentran allí donde menos te lo esperas.
Son las soledades las que el alma anega
cuando ante tus ojos se encuentran
aquellas viejas piedras
tras las cuales un día viniste a ver la luz
en una mañana de humo y paja en la chimenea.
siempre a la búsqueda de unas raíces certeras
que se encuentran allí donde menos te lo esperas.
Son las soledades las que el alma anega
cuando ante tus ojos se encuentran
aquellas viejas piedras
tras las cuales un día viniste a ver la luz
en una mañana de humo y paja en la chimenea.
José Vte. Navarro Rubio
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