miércoles, 15 de junio de 2011

PERO QUE TREMENDOS SOMOS LOS DE PINAREJO

Los de Pinarejo somos tremendos. Esto, comentado así puede resultar malsonante, pero, no, mi voluntad no es esa. Tengo que decir que de siempre hemos sido un poco exagerados a la hora de comentar las cosas y que por parte de los oyentes se nos presta una cierta atención hasta que éstos caen en la cuenta de por donde van realmente los tiros. Nuestra exageración nace como consecuencia de unas premisas muy claras y concretas. Nos gusta exagerar porque nos gusta que se nos escuche y porque nos gusta sentirnos protagonistas. Vamos con los hechos y con dos situaciones concretas, caen dentro de mi ámbito familiar, que tuvieron fama en el pueblo en su día y que se comentaban en las tertulias de una forma amena y entretenida. Príncipes de los ingenios llamaría yo a los personajes que propagaban este tipo de situaciones irreales pero que a fuerza de usar la palabra pasaban a ser casi reales:

En aquellos tiempos en que nuestros mozos iban a la guerra de Cuba, Filipinas y del protectorado de Marruecos, estos venían cargados de anécdotas una de ellas tiene que ver con una serpiente “boa”. La historia es la siguiente:

“Después de una larga caminata por las selvas de Filipinas una compañía de soldados hizo un alto en el camino para reponer energías y comer. Bien sentados y tranquilamente hablando comenzaron a notar que se movían y cual fue la sorpresa cuando comprobaron que lo que ellos pensaban que era un tronco caído resultaba ser una gigantesca serpiente boa que se movía arrastrando a media compañía de aquel legendario cuerpo del ejercito en el que nuestro paisano prestaba servicio”

La otra historia tiene como protagonista a un mozo de nuestro pueblo destinado después de la Guerra Civil de España en la zona de los Pirineos. Contaba este buen mozo lo siguiente:

“Decía que durante un temporal de nieve había tenido la oportunidad de ver como se cazaban a los osos en los Pirineos. Dado que en el invierno los osos están muy hambrientos el secreto consistía en untar una rueda de carro con miel y esperar a que el oso hambriento llegara para comerse la miel. Había visto nuestro mozo como el oso se comía la miel y a continuación la rueda de carro. Dada la pesadez de la comida el oso a continuación de tan copioso manjar terminaba por quedarse dormido, ocasión que aprovechaban los cazadores para dar la vuelta al oso y llevárselo rulando del lugar no sin antes, para hacer más cómodo el transporte, pasarle una barra de metal por el eje.”

El problema venía cuando algún insensato contaba la historia porque se la había creído y se reían de él.

La otra historia es más divertida contaba un tío, mío, muy miedoso al que se le había muerto la mujer que un día estaba sentado en una mecedora y presentía algo extraño como si una sombra se le quisiera tirar encima. La buena cuestión es que aguantó todo lo que pudo, en tensión, hasta que en alguna de aquellas se alzó de la mecedora y salió corriendo fuera de casa. A mitad de camino, iba cuesta hacia abajo, el buen hombre se puso a pensar ¿ y ahora que hago yo? y ¿dónde voy, y, a quién se lo cuento? Después de estas reflexiones y tras pensar unos minutos se dio cuenta de una cosa y es que lo que él veía y presentía era su propia sombra. Mí tío cuando me lo comentaba me decía ¿Qué te parece? Ni de la sombra de uno nos podemos fiar.

Más curioso es lo que nos ocurrió a todos los sobrinos que salimos de caza alguna vez con mi tío. Había faltado ya mi tío y un día en que nos encontrábamos 4 primos juntos, en un bar, se nos ocurrió contar historias. Uno de mis primos comentaba que una vez había salido a cazar con mi tío y que cazar no habían cazado pero que habían visto una liebre en la cama y mi tío, en buenos cánones, lo que había hecho era: Primero avisarle para que viera la liebre en la cama; después lanzarle una piedra pequeña para despertarla; y por último cuando ya estaba a bastante distancia disparar con la escopeta. Los cuatro primos nos quedamos mirándonos y es que a los cuatro y por separado nos había ocurrido lo mismo ¿Era la misma liebre y el mismo lugar? Yo creo que sí.

Pero que exagerados somos en mi pueblo

José Vte. Navarro Rubio

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