jueves, 16 de junio de 2011

PINAREJO EN MI CORAZÓN: DIETARIO POÉTICO


                                                                           

Hoy comienzo un nuevo dietario poético que se llama Pinarejo en mi corazón. No hace falta explicar lo que se esconde tras cada una de las poesías. Es la vuelta a unos orígenes imposibles los que marcan este sendero de palabras y versos que a poco que se sigan te llevarán irremediablemente hacia aquellos días en que sin saberlo eras tan feliz que te sobraba todo aquello que ahora te es imprescindible.

                          I
Vuelve Pinarejo todos los días a sus orígenes
porqué una fuerza superior le obliga a ello
y porqué detrás de los silencios de la noche
es esconde una cierta melancolía
que los gorriones con sus trinos anuncian
en esas horas en que los rayos del sol
se convierten por arte de alquimia
en luz que invade todo el orbe
y cae sobre las personas y sus vidas
como si fuera un maná divino.
                        II
En este invierno largo y profundo
Pinarejo forma parte de nuestras vidas
por eso cuando llegan los atardeceres
y la tierra se puebla de hojas secas
notamos más las ausencias de los nuestros.
¡Son ellos, los vuestros y los míos,
los que descansan tras esos paredones blancos
llamado camposanto que hay más allá del Molino!
y es sólo de ellos
toda la historia de estas tierras tan queridas
aunque sus hechos gloriosos
no hayan sido nunca reconocidos
y no vengan recogidos en ningún libro de texto.
                            III
Y vuelven los pinarejeros/as a sus orígenes
para buscar todo aquello que dejaron
en aquellos días en que los silencios
se comían a grandes bocados
como si fueran panes amasados
con lágrimas y agua bendita.

Vuelven para mezclarse
con aquellas partes ya olvidadas de sus vidas
que todavía perviven en aquellos lugares
donde pasaron determinados momentos
de su lejana infancia
o de una madurez pesada y dura.

Vuelven para contemplar
todo aquello que les sirvió
para ennoblecer sus almas
aunque para ello hayan tenido que renunciar
a ciertos elementos cotidianos de su existencia.
                  IV
Es esta tierra la que nos llama
y nos pide desde siempre
volver a nuestros orígenes.
Es una llamada tan antigua
como la misma vida del hombre
sobre el planeta tierra.
Y es en estos momentos
cuando te sientes atado a tu destino
cuando te gustaría gritar: ¡Soy libre!
al igual que esas estrellas
que flotan en medio del negror de la noche;
y al igual que esas palomas que vuelan
alrededor del campanario de la iglesia
a la búsqueda de un refugio entre sus viejas piedras;
al igual que los silencios que se respiran
allí donde se alzan tumbas que dan descanso eterno
a todos aquellos nuestros antepasados
que dejaron sobre los surcos
no solo sus vidas sino también sus sueños.
                 V
Es en los silencios de este espacio
tan concreto
bajo el cual te cobijas
y al que das tu nombre Pinarejo
en el cual tus hijos nos sentimos tan libres
como el aire que se respira
a cada paso que damos
mientras profundizamos en viejos y conocidos olores
y señales yo diría divinas
que desde los tiempos de los tiempos
permanecen ahí
esperándonos para podernos decir
¡Por fin has venido!
Y es cuando crees escuchas este clamor
tan concreto y sencillo
cuando comienzas a comprender
porque estás unido de esa forma tan fuerte
a ese destino llamado vuelta a los orígenes.
                  VI
No me engaña la vista
ni me mienten los sentidos,
es el aire
tremendamente cargado de recuerdos
el que me ayuda a deslizarme
por esas calles empinadas
a la búsqueda de esa iglesia,
buque insignia de Pinarejo,
que se abre
hasta el cielo inquieto y alegre
rompiendo con sus líneas rectas
la horizontalidad y abatimiento
del resto de tejados
que impregnados de musgos
le rinden desde siempre pleitesía.
                 VII
Por no olvidarme no me olvido
porque me duele el alma
cada vez que paso por esa calle
de nombre Melgarejo
y no veo
aquel caserón solariego
ahora completamente desaparecido
y aquel portal desde siempre abierto
por tener derecho de asilo
hoy descansando en algún vertedero de residuos.

El hombre construye y destruye
como si fuera una termita
y en su afán por comerse la tierra
y crear un nuevo mundo
se olvida hasta de sus raíces.

No es la incultura la que se lleva
los recuerdos, alientos y señas de identidad
es la avaricia desproporcionada
la peor de las guardianas
de esos elementos tan necesarios
que nos sirven para poder decir
que hemos vuelto otra vez a nuestra casa.
               VIII
Seco tronco en invierno
la muerte acecha
a un viejo árbol
que vive a la espera
de nuevos momentos en que ser
como la frondosa higuera
cobijo permanente de gorriones
que en sus ramas se hospedan
para alegrar la naciente mañana
con bellos cantares
que hasta el pozo de la Veguilla llegan
y en pos de del sol se marchan
por las extensas llanuras
y campos de verdes siembras.
                IX
Todo pasa en esta vida
y a veces queda
de las paredes la blancor
que el sol hacia el cielo se lleva
y de la vida de los hombres
recuerdos perdidos en medio de las nieblas.

Casas natalicias son todas
pero ésta de los Olmedillas
con placa de piedra junto a la puerta
por ser casa noble nos recuerda
la vida de un hombre
al que su pueblo dedicó una calle
en aquellos tiempos de tantas carencias.
                X
LLora mi alma de pena
de ver tu figura
de Santa hermosa y buena
y no poder estar a tu lado
para llevar las andas camino de la iglesia.

Eres Santa Águeda
desde estas lejanas tierras
un referente convertido en estampa
que se lleva en la cartera.

Santa Águeda de Pinarejo
eres de todas las vírgenes
la que más nos llenas
pues solo con ver tu figura
se nos va la tristeza.

Allí,
en aquella nuestra tierra
vive nuestra Santa
siempre a la espera
de esos días festivos
en que la iglesia de fieles se llena.
              XI
Blanco es el molino
que se levanta en la era,
blancas son las aspas
y oscura su cabeza.

Vuelan por el cielo oncejos
desde aquellos tiempos
en que había granos de trigo
en la tranquila era.

En tardes como ésta
duerme el molino y sueña
con un Señor llamado de la triste figura
que hasta su puerta llega
para hundir la afilada lanza
allí donde las aspas se cubren de tela
              XII
Pinarejo de campos abiertos
y de almas en pena
se alza a lo lejos
e imponente su presencia
nos avisa desde su alto campanario
en forma de Giralda esbelta
que más allá de esos campos
cercanos a la carretera
hay un pueblo hospitalario
con miles de años de vivencias.
                  XIII
Duerme el callejón a la espera
de aquellos otros momentos
en que salía el humo por las chimeneas.
Callados callejones
se abren como si quieran
en medio de tantos silencios
contarnos viejas historias y leyendas.
Son los callejones de Pinarejo
parte de aquellos otros tiempos
en que al transitar por las calles
se oía desde esos fondos de casas tan viejas
palabras de anchas sílabas
que rasgaban las fruncidas sombras
antes de fundir sus silabas en la tierra.
               XIV
Volver a pisar la calle
camino de la iglesia
siempre a la búsqueda
de aquellos momentos
en que fuimos juguetes
en manos de la providencia.

Nos lleva el rumor del aire
que al cruzar por la Plaza
camino de las eras
deja perfume a rosas
en los pomos de las puertas.
                 XV
Venimos de la noche, negra noche,
y de silencios tan profundos y largos
como esa luz que se irradia
invadiendo todo el orbe majestuosamente,
por eso somos parte de ese periplo
y de esa melancolía tan larga en el tiempo
que tu cuerpo trasmite a grandes gritos
a través de esa mirada perdida
como la distancia que hay ente la vida y la muerte.

Venimos de días que ya no volverán
porque han desaparecido del calendario de la vida,
días en que éramos como la tierra que se labra
y sobre la que crecen las semillas
parte de un tiempo con olor a caducidad
y de nieves perpetuas y fríos eternos
en los que el niño o niña que fuimos se esfumó
entre las hojas de ese calendario ya caduco.
                XVI
 Una nostalgia larguísima,
inunda mi cuerpo
y como si fuera un poniente perdido
entre los viejos muros
y las calles de Pinarejo
me lleva por esos jardines nocturnos
donde el hombre solo con su soledad
tiene que elegir entre ser un bello ocaso
o un centinela permanente
bajo el gran sol del mediodía.

Suspendido en el tiempo quedó
todo aquello
por lo que nuestros padres lucharon
y aunque la mano materna y amiga
aun estuviera ahí para darnos ayuda
el volver es imposible
porque con las ausencias se fueron
llevados por los vientos
que despeinan las cabelleras
de los olmos malheridos
la fuerza y el tesón
de aquellos hombres y mujeres
que luchaban a todas horas del día
destripando el estomago hambriento
de estas tierras tan sufridas.
               XVII
¡Ah, el pueblo al que quieres!
me gustaría adivinar
hasta que punto
el aire que se respira
se cría en estos espacios
y no viene más allá
de aquellos montes
que a lo lejos se anuncian
colocando sobre sus cabezas
negros crespones
que lo engalanan
como si fuera
la corona de un rey
a punto de abdicar.

¡Quisiera, si quisiera, saber
de donde viene esa agua
que brota en la fuente
de la cual bebemos
y que me recuerda
aquellos sabores de otros días
en que bebíamos
agua del Pozo de la Veguilla
como único refresco
antes de irnos a la cama!

El alma se comería el mundo
si supiera que con ello
conforta al cuerpo al que sirve
y es más allá
de esta perfecta unión
alma, cuerpo y espíritu
cuando el hombre renace
y se aleja hacia nuevos destinos
añorando siempre lo que deja.
              XVIII
Caen las horas lentamente
comidas por la saeta del reloj
que las va dejando atrás
por propia inercia de su mecanismo
mientras los silencios nos llegan
e invaden aquellos lugares
tan entrañables y queridos.

Es esta belleza tan discutible
y difícil de explicar
la que se convierte en antojo
y aparece en aquellos momentos
en que menos te lo esperas.

Un paredón caída,
un árbol ebrio de agua
en medio del solar,
una ventana abierta
tras la que se puede contemplar
el esqueleto retostado por el sol
de unas paredes ennegrecidas
por la lluvia,
todo es susceptible
de ser catalogado
como bello en este Pinarejo
que nos cala con su presencia
hasta los mismísimos huesos.

Y es aquí en medio
de estas calles tan cotidianas
cuando asumiendo el rol de visitante
me paseo por todo el pueblo
y disfruto contemplando
detalles insignificantes
pero tan tentadores y cotidianos
que todo el pueblo
y sus casas una por una
parecen imágenes sacadas
de una misma fotografía.
               XIX
Tras las casas derribadas
se esconden
suspiros y palabras
de aquellos que fueron
sus viejos moradores
que se marcharon
lejos un día
con tal de comenzar
una nueva vida
lejos de su pequeña patria
de nombre Pinarejo.

Y es en este caminar
por las calles
cuando vienen
a mi entorno
hojas secas
que sin querer piso
al mismo tiempo
que creo escuchar
palabras y más palabras
pidiendo auxilio.

Son ellos y ellas,
solo ellos y ellas,
y sus almas
las que vagan
eternamente por estos lugares
de este pueblo mío
como queriendo invitarnos
a entrar en esas casas
hoy en declive
para con voz acongojada
y lágrimas en sus ojos
decirnos
¡ Mirad hermosos lo que ha sido
de lo mío!
              XX
Si quisieras hablarme
yo te diría
mientras llega la noche
que sólo el silencio,
Pinarejo,
me hace compañía.

Es cuando
miro al cielo
y contemplo
como son los astros
los que nos iluminan
cuando oigo
al viento traer
desde los lejanos lugares
donde los olivos
se visten de negro
rumores y más rumores
que junto al fuego
de la chimenea
chisporretean y nos invitan
a contar historias
y leyendas
de un pueblo que vive
a caballo
con un pasado
que no se olvida.

Es el cielo
sereno Pinarejo
el que nos invita
a ser como el pan,
que en la mesa del pobre
el hambre alivia,
alimento que da la vida

 Autor: José Vte. Navarro Rubio


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