Magia de otros tiempos,
o quizás brujería,
los recuerdos nos llevan
sin prisas
por esos lugares de Pinarejo
que saltan a la vista.
De un pozo, "La Veguilla", que era de todos
el de agua más clara y limpia
a una alameda llena de vida
y de unos caminos polvorientos
a unos campos donde las simientes germinan.
Amanece en Pinarejo
a esa hora precisa
en que vacío de sol el orbe
se oye el andar sin prisas
de algún hermano o hermana
que hacia La Plaza se encamina.
Y llega la mañana
a la sombra de los árboles provistos
de tupida cabellera
y como si fuera una estampa
ya otra vez vivida
la siesta nos acerca
hacia lugares con verdes praderas
y hacia riberas de ríos
donde se oye el cantar del agua
al besar la tierra humeda
que le sirve de frontera precisa.
Ya en el Charcón se respira
de ese aire fresco, muy fresco,
lleno de melancolía,
como un iceberg a la deriva,
y entre esencias de lavanda y espliego
y un calor que de pleno nos atiza
viene la cuesta de Santa Ana
y más allá los adelantados corrales,
algunos devastados y otros en ruínas,
y en ellos los habitáculos, cuadras,
donde un día
se cobijaron las caballerías.
Más de otros tiempos, magia,
¡Santa Águeda bendita!
oigo plegarias en la iglesia,
a unas horas imprecisas
al mismo tiempo que las palomas,
esas aves por todos queridas,
se asoman fuera del nido y nos avisan
de que la iglesia está vacía.
José Vte. Navarro Rubio
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