Paisano, que de los días hacías semanas
segando trigo y cebada por esos lugares perdidos de la Mancha
por cuyos nombres se que estaban en España.
Se de vuestra existencia y de vuestro deambular por esas tierras
siempre a la búsqueda de unas cuantas monedas
con que acallar el hambre que en vuestras casas apretaba de lo lindo.
Mirad esos días extremos en que el sol vertical sobre la tierra
calentaba tanto que se derretían hasta las piedras
al mismo son que el aceite hirviendo en la caldereta
elevaba hacia el cielo vapores que en el surco sabían a fiesta.
Unas tajadas de tocino y a lo sumo un huevo frito eran
un menú de primera
para hombres y mujeres de este Pinarejo, nuestra casa y tierra,
que nacían rectos y morían doblados
como los juncos que crecen en las verdes riberas, ramblas y acequias
de aquellas nuestras tierras.
Vosotros venís de otra raza
y de otras historias llenas de penas que trasmitidas de padres a hijos
forman parte viva del alma noble de estas tierras.
Eh ahí al hombre y a la mujer pinarejera
como sudan y jadean en esas horas del día en que el sol aprieta
y la hoz en la mano siega y siega espigas de trigo
que se convertirán una vez molidas en fina harina blanca
como la cara de la Virgen de la Macarena.
José Vte. Navarro Rubio
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