Ese cuadro de Pinarejo
que delante de mí me mira
parece estar hecho a esas horas
en que la tarde ya caída
comienza a dejar su reinado
en las manos siniestras de la noche.
Se refleja el aspa del molino
sobre la superficie blanca de la pared
que desde siempre le da abrigo
y como si existiera otra geometría
se dobla sobre la puerta
y cual arco de triunfo romano
a la espera, vigila
que desde más allá del negror
de esa puerta que en el molino se adivina
salga al molinero en jarras a decir
más trigo campos de Pinarejo
que de harina vive el hombre
y ésta en mi molino se muele
ya sea de noche o de día.
Mientras tanto y a lo lejos
Pinarejo espera
cual estimada poesía
que llegue la primavera
y el seco campo se cubra
de tiernas florecillas
y de aguas vivas
que a base de correr trasmitan vida.
Era que no es era ¿que es?
Una era larga, sin fin,
cubre el trayecto que hay
desde el molino a las primeras casas de Pinarejo
y en ella un camino
donde las bolas de bolear se convertían
en perfectos proyectiles de artillería
en aquellos días en que los mozos del pueblo salían
a realizar desafíos
que luego más tarde en la barra del bar se convertían
en inocente comidilla.
José Vte Navarro Rubio
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