Humilde la cigarra canta
y en sus desvelos lanza
tonadillas repetitivas
que se infiltran y cansan
hasta los límites de lo posible.
Vienen a ser las cigarras
como los pitidos de los coches
en esos atascos
que se forman en las entradas
de las grandes ciudades
y que solo se diluyen
con el paso de las horas
llamadas punta,
o como los slbidos
de aquellos grandes transatlánticos del Missisipi
cuando tocaban puerto fluvial
y de él descendían tratantes de caballos,
cazadores de fortunas,
mujeres de vida alegre
negros y asesinos de indios.
Pobres cigarras
de aquellas tierras de Pinarejo
pues han perdido
a su fiel público
que venía a escucharlas a diario,
como era perceptivo,
a esas horas del mediodía
en que el rancho esperaba
a la sombra del carro
o de cualquier árbol junto al camino.
José Vte.Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.