De otros tiempos y de una guerra
y de unos silencios tan grandes
que se trasmitían de generación en generación
como si no existiera otro mundo
ni otras políticas que no fueran
las que el Gran Dictador imponía a las bravas
con fuerte voz de mando y bayoneta calada.
Ni de pino ni de haya
la caja fue en aquella cuneta lejana
tierra húmeda sobre la que crecería la grama.
Son muertos ¡Dios mío muertos y más muertos!
los que voy buscando
en esas cunetas de crecidas hierbas
donde dicen que descansan mezclados en fosas comunes,
y de comunes nada
más bien extrañas y frías y por algunos olvidadas.
¿Que fue de aquellos cuerpos
caídos en cerradas noches,
igual daba para Navidades que para la Semana Santa,
si las balas no tienen sentimientos
ni los asesinos almas?
De aquellos días tan inciviles
quedan cuerpos enterrados
allí donde florece la hierba,
bajo el asfalto caliente de las carreteras,
en las riberas de los ríos,
en las simas de las montañas,
en los parques con olivos
donde juegan los niños a la gallinita ciega
y en los cementerios civiles de toda España.
Son restos de cuerpos, osarios, que esperan
abrazados a un destino no deseado,
reencontrarse en el tiempo con sus familias
para poder ser enterrados en honrosas sepulturas.
Tierras de España desde Cadiz a la Coruña
sirven de olvidadas sepulturas
a hombres y mujeres que murieron
por defender la II República, casi nada.
Hoy todavía mientras una España llora
la otra que se dice centrada bosteza y clama.
José Vte. Navarro Rubio
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