Soy yo quien en sueños
todas las noches entra en ese castillo
y recorre todas sus estancias y almenas
y lugares mas recónditos
donde duermen los fantasmas.
Y creo oír,
en esas noches de asaltos,
lamentos y quejidos en las mazmorras
donde juzgaban sus penas
hombres asidos a grilletes y cadenas.
Me acuso. De ser perturbador
de esas piedras eternas
a quienes el sol y el frío
se las vienen comiendo a fuertes dentadas
desde hace ya mucho tiempo de esto.
Desearía haber nacido
allí donde las altas torres del castillo de Garcimuñoz
se alzan al cielo,
donde el alquimista lanzaba conjuros: pata de cabra,
y preparaba pócimas y boticas
con que curar a las huestes
después de tan duras batallas
contra una reina tan santa, Dña Isabel,
y un rey tan moderno, D. Fernando,
¿Que no se a que jugaban?
En verdad mi pecado
es solo soñar y soñar
y creerme caballero
de una cohorte de amigos
que en el castillo jugaban
al escondite
en aquel pequeño cementerio
donde construían su nido
los simpáticos aguiluchos cernudo.
José Vte. Navarro Rubio
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