El Madrid que yo vi
El Madrid que yo vi
parece el de siempre aunque no es así,
he paseado por sus plazas
y he visto al pueblo más infeliz
como si estuviera esperando algún milagro
difícil de predecir.
Teatro, música, cómicos y estatuas humanas
no se si mil
pero o dos tres, sí ví
en esa Plaza del Sol donde los del 15 M se debieron ir a dormir
y ya no se les espera por allí.
Todo Madrid parecía estar tomada
por una marea humana a la que veías venir
y para cuando tenían que llegar
hasta donde tu debías estar. Tu ya no estabas allí.
Rafael, en el museo del Prado parecía feliz
al menos eso fue lo que me dijo un huésped del Hotel
y yo que me las veía venir le pregunté
¿Desde cuando lo conoce usted?
la respuesta fue de esas de estate quieto y no te muevas,
le conozco de Marbella
y su novia hace bicicletas con hilos de alambre que vende a buen precio a un tal Gil y Gil.
Pues si,
ese Rafael parece serio,
el otro el pintor, enamora mujeres y no se cuantas cosas más
no era así.
Madrid y su Retiro
y su Retiro sin Madrid,
Madrid retira a los pobres
y los deja dormir
bajo un soportal de una iglesia
que huele a caca y pis.
Madrid me mola
porque mi padre
hizo la guerra allí
y me cuenta tantas batallas
que no puedo dormir
de pensar que yo esté ahora por aquí
sin trinchas, guerrera y fusil.
A la vera de la Cibeles
vi a una chica en un coche
señalar hacia allí
donde una dama bien peinada, toga y mandil
subida en un carro de aguas mil
parecía dispuesta a morir
si alguien le hubiera dicho vete de aquí.
Por eso me fui hasta Madrid
para ser por una noche más feliz,
para no ver a las estrellas ni al sol salir
y para ya cerca del Palacio Real sentir
como alguien decía
cariño sácame una fotografía aquí
y la mujer se señalaba el ombligo
y su cariño se la sacó así como ella quería.
y yo le oí y lo vi.
A mi me gusta el Madrid de Sabina
con olor a agua de Mondariz,
y con sabor a perejil,
nata, conejo, porras y pernil
colgado del techo de un bar
como si hubiera estado tan rancio
siempre allí esperándome a mí.
Madrid la cantó Pepe Blanco,
la dibujo Dali,
le dio prestancia Federico Garcia Lorca,
Neruda la termino de conocer al partir,
Distefano la infló a goles
y un miliciano de 16 años
la recuerda tan grande y tan llena de trincheras
que dice que se podía recorrer en un día y medio sin salir
más allá, de allí, donde la tierra olía a metralla y a orín.
El Madrid de este País es menos Madrid
desde que el Rey León
no se atreve a salir del teatro Lope de Vega
donde viene a rugir
cada vez que se abre el telón
y una corte de actores se dedican a surgir por aquí y por allí.
Me fui de Madrid cansado de repetir
que el jamón no es el mismo
y que aquello parecía más Tokio y Pekin
que aquel Madrid de las Verbenas de la Paloma
de chulos de navaja en el refajo
y de chicas guapas con voz tomada por el Anís de las Cadenas
y por chatos de vino tinto en Chamartín.
¡Ole con mi Madrid!
y con ese Sabina tan lleno de genio juvenil
que se asoma por España
¡para decir ya estoy aquí!
y deja a Madrid huérfana de voz, canto, música, porque sí.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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