el hambre de toda la vida por ser
en aquellos lugares que me vieron nacer
viento apacible y lluvia balsámica de abril.
Las tierras de mi pueblo han visto sufrir
a tantos y tantos labradores que sus surcos están impregnados de sangre y sudor
y allí en esos campos abiertos al sol viene a surgir el tenue tallo que en su vivir se hace mayor
y como si fuera cíclico se vienen a repetir las mismas escenas ya sea para el mes de marzo o para abrir.
En los casinos de mi pueblo se oía a los labradores maldecir y pedir
entre palabras llenas de dolor algo con lo que sobrevivir
cuando los años malos se contaban por mil y los buenos se despachaban en un abrir y cerrar de ojos,
y así
vino el pueblo a despoblarse,
y así
quedó como esta hoy,
y así
algún día lo veremos desaparecer y convertir en el cortijo de algún arrendador feliz
en sus deseos de ser el amo y señor
de un Pinarejo en La Mancha muy servil desde que lo conozco yo.
La historia de mi pueblo es muy fácil de contar y es igual al de restos de pueblos de la contorná
y se abrevia si digo que tiene que ver con padecer, sufrir, trabajar, comer y dormir
Cuenca tiene un pueblo
desde toda la vida es así
y aunque todo el mundo quiere el pueblo
tengo que decir que puede morir
y a esas estoy yo intentando que no se así.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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