Llegar a ese punto donde la luz se rompe
y allí surge un mar comido por la sal y por las algas
por las turbulencias de los vientos,
por la quietud de las solanas,
por la gratitud de las escarchas
e ir al encuentro de ese vellocino de oro
que son las lagrimas
que caen derramadas
por la mejilla de una mujer amada.
A mí me habla la mañana
de todos los días,
lo hace porque sabe que yo soy
un peón que la trabaja con azada
como si fuera un campo de hortalizas
y su fruto traer esperanzas
a los que no trabajan,
a los enfermos,
a los pobres de mi alma,
a los desenamorados y desencajados de los tirantes de una falda
y a esos desgraciados
de los cuales los libros hablaban y hablan
como si fueran los salvadores de las patrias
que se levantan con el cejo torcido y la miradas sucias como sus almas.
Para todos mi esperanza
de que encuentren lo que les falta
por el bien suyo
y en el último caso de España.
Buenas mañanas.
Queden ustedes con sus manías
y no las hagan largas
que la gran hermana nos vigila
desde Alemania
ahora más que nunca
y menos que mañana.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.