miércoles, 6 de junio de 2012

POETAS DE CUENCA: CARLOS DE LA RICA


Yo tomaré a los hijos de Israel dispersados entre las naciones y los traeré a su tierra.
(Ezq. 37,21)


Cada primavera yo he subido a Jerusalem,
las ovejas pasando vi cada primavera en torno a ti, Jerusalem;
cuando mis zapatos arreglaba o también las sandalias
en ti pensaba y en cómo el largo camino transitar;
hasta cuando tocaba la sortija o jugaba a la pelota
yo te recordaba, Jerusalem. Los dos alejados y en deriva,
          tristes y ojerosos
al encender la lámpara en la mesa del Pesaj.


Fugitivo en el Sena o asomado al Potomac
          mis ojos echaba hacia las nubes,
hacia tus puertas arrogantes, tus calles estrechas,
hacia el santo Muro que con aire inmóvil esperaba.


Oí hablar de mi amada y sollocé porque
          esbelta y al saliente
un agua extraña taladraba su Roca, oh ciudad más allá de toda ponderación.


Tal una carta inacabable de color y aceituna
puse en circulación, oh ciudad mía, Jerusalem,
con el ansia y el deseo de encontrarte,
presentida casi al posar los pies la playa de Ascalón.


Igual que en el lecho un durmiente reclinándose
                callaba;
mas, sin embargo, el corazón recorre la cortina
y tras el cristal de cualquier ventana
como un ave de pico largo en los aleros de tus moradas
              aparezco y me presento.


Sobre el llano ol pradera mi río emisario ahora,
oh, siempre tú, Jerusalem, con tus formas tirando
           de mi vida.
Oh David, el cabello de Isaías, Jerusalem revuelta, paniza,
como un pavo real de oro por el sol.
Jerusalem con la cabeza en la primavera y en la luna reclinada,
los indomables cipreses, dedos tuyos, alas de luz divina,
          ciudad deseada siempre,
llamando desde las mil piedras a los hijos dispersados y lejanos.


Dame
un relámpago par el retorno, que yo coloque
          un ramo de rosas bajo el cielo claro
que como un manto hermoso se cierne en tus espaldas.
Jacob, Josué de Melilla, Moisés o Leví el pastelero
entre los recién retornados, compañeros,
donde nace flotando igual que un madero en el agua
el fuerte arcoiris de los siete brazos
o en el cielo, como una cierva corriendo, la estrella
          de las seis puntas.


Ah! retorno, vuelta a ti, al olivar, Sión,
          Jerusalem con quien me topo
y alegre vuelvo, ciudad de mis mayores, para
libar abeja la fiesta de la primavera reciente
¡ay! con los dedos ya secos, aquellos
con los que muy antes las cien lágrimas
          enjugaba,
¡oh, Jerusalem, hermana y madre!
Jerusalem otra vez y para siempre
          en primavera.


Carlos de la Rica
Yad Vashem, El toro de Barro, Cuenca, 2000.
[Entre lo más injustos olvidos de los poetas del siglo pasado sin duda se encuentra el autor de este poema: Carlos de la Rica (1930-1997). Durante su vida compaginó la vocación del sacerdocio con la de la poesía, pero no, como algún mal pensado puede sospechar, con   poesía mansa y rumiante, sino que se vinculó ni más ni menos que con el movimiento Postista. Entre sus amistades se contaron Angel Crespo, Gabino-Alejandro Carriedo, Antonio Fernández Molina, Federico Muelas… A su poesía la denominó "realismo mitológico" Según el presente Carlos Morales, director presente de la colección  "El toro de barro" que fundara Carlos de la Rica,: "Originado, pues, en los territorios de la vanguardia postista española, el ’realismo mitológico’ encontró su nota distintiva no tanto en las tradiciones literarias hispanas cuanto en las corrientes culturales de la España de posguerra (Claudel, Cocteau, Supervielle, Batalille, etc)…". A las que se sumaría la influencia de la generación Beat norteamericana y del simbolismo francés.
Autor de varios títulos que oscilaban entre la poesía y el teatro Carlos de la Rica fundó en Cuenca la colección de poesía "El toro de barro", donde publicaron entre otros autores Manuel Pinillos y  donde se editó la primera antología poética de Eduardo Chicharro, si bien ya póstuma y preparada por Angel Crespo y Pilar Gómez Bedate.
Carlos de la Rica sentía especial simpatía la causa hebrea. Así, aunque a algunos les pueda resultar curioso, publicó varios libros dedicados al pueblo de Israel y su crítica al antisemitismo le valieron ciertos ataques por parte  de algunos miembros de la  sociedad de su tiempo. A partir de los años 70 realizó varios viajes a Tierra Santa y su pasión "hebrea" cristalizó en un largo poema, al que pertenece el que aquí reproduzco y que se publicó en el lbro Poemas junto a un pueblo (1977). Sirva esta pequeña nota para honrar su memoria, despertar la curiosidad por su poesía y reivindicar su figura de poeta original y excelente.]
22/07/2009 19:09 Raúl Herrero

A los pueblos heridos por los odios de los hombres les viene a cuento
en esta tarde de regocijos, el recuerdo
de que la historia de la humanidad está llena de encuentros y desencuentros
entre etnias y razas,
que se quieren entre ellos
para demostrar quien es el más poderoso
y quien llevará sobre la cabeza uncia la corona de oro, plata, alabastro o hierro
que distingue a las clases sociales y las hace inmunes
a cosas que son normales en el resto de mortales y ciudadanos del pueblo.
Ellos los poderosos, los nacidos para velar a veces se olvidan de su destino
y se llevan con ellos
a campos de batallas
al resto de sus congéneres por el simple hecho de serlo
y lo hacen a sabiendas
de que la muerte es el peor de los remedios y de que todo en la vida tiene su arreglo.
A las gentes nacidas para ser como los molinos de viento
juguetes del aire en las tardes de viento
les recuerdo que su apatía es grano vano
que no da alimento y que en la estela que va desde el nacimiento a la muerte
hay tiempo
para cambiar la historia y para cultivar los campos con barbechos
y al tiempo que escribo yo Jose Vicente Navarro Rubio, a ti poeta, que si lo fuiste, Carlos de la Rica,
te dejo.

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