Sin aventuras Calck-zettin
un día se vino a morir
de la mano de un poeta
que tenía su cubil
en una de las mejores calles de Madrid.
Sabemos del libro
que existió
y que a lo cierto
o no cierto
pudo ser que vagara
o quizás vagó
de mano en mano
y de Pilón en Pilón,
de bolsillo en cajón
y quizás o lo mejor
su Emperador,
de una agencia de detectives
lo colocó en casa de algún docto varón
y el libro
del cual nadie dice que ha visto ni lo vio
descansa para siempre
como su autor
allí donde Cristo pasó su pasión.
Ya desposeído el Calck-cettin
de esos ingredientes
que con mano maestra le dio
un bohemio, pobretón,
Armando Buscarini, con domicilio donde quiso Dios,
se convirtió en calcetín
sin que nadie recuerde, optica ilusión,
que el genio de su invención
lo pensó mejor
y de esta forma deletreó: CALCK-ZETTIN
y de ahí
esa noble pasión
con la que Buscarini
sin zapatos ni nada que vistiera sus pies
para mitigar el frió y el dolor
iba de café en café
ofreciendo, ¡pobre hombre que vida pasó!
su obra literaria
a la que nadie en aquellos días prestó ni la más mínima atención.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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