domingo, 31 de marzo de 2013

POESÍA; CONFESIONES DE UN BUSCARINI CON MUCHAS PRISAS (II)



Si fui lo que se dice un loco
hasta de esos tengo dudas
y si en mi locura
vi las cosas de forma diferente
estas son mis preguntas:

¿Hasta donde?
¿Cómo?
¿Cuando?
¿Sabe alguien
lo que es lo real
o lo ficticio de mi vida?

¡Que felonía!

Vuelvo a mis quehaceres
de una existencia pasiva
entre paredes que me llevan
a otra vida.

Quizás, me pregunto,
allí en Logroño -patria chica-
rodeado de recuerdos
de mi infancia perdida
vuelva como poeta a recomponer
los poemas que faltan en mi biografía.

Fui poeta y musa,
demonio por la noche
y fauno sediento de amor
que perseguía a las sabinas,
amante de mujeres
manchadas por la vida,
y alma cándida que se creía
que en este Madrid con vistas
a una cuesta del Moro
con jardines colgando
uno llegaría
a ser jardinero mayor
de aquella villa
y poeta de tertulia
generador de aplausos y envidias
como aquel Valle Inclán
-manco por una tontería-
que venía
hasta el acueducto de Segovia
para reírse de mis desdichas.
Pero no fue así
ya que se interpuso en mi vida
una mota de polvo
que nublo mi vista.

Bien se explica mi desdicha
en ese testamento
que corrió
como polvora seca
con mecha de algodón encendida
y ahora que me muero
cada día
un poco más
y que ya en el horizonte se adivina
una puerta abierta
y tras ella la oscuridad más absoluta,
todo se me viene
como si fuera
música procedente
de una orquesta compuesta
por aves de pocas plumas
con un ritmo y tono fúnebre
que no me gusta.

Allí en el Madrid
de calles con gatos
y otras con putas
me infecte del virus de la locura
y allí entoné
cuando se me pedía
desde algunos barrios obreros
algunas de mis poesías
sin casi alcanzar
a sentarme en una silla
y allí
yo desafié
y con ello cavé mi sepultura
al gremio de editores
que puso una cruz
con mi nombre en una casilla
y con ello comenzó la vida
del pobre poeta muerto de hambre
por las envidias
y con ello el final de mi carrera
como artista.

Juro por lo más sagrado,
mis poesías,
y resto de obra escrita
que todo es
por si alguien todavía lo duda
fruto de mente
y que muchas de esas composiciones escritas
fueron concebidas
entre llantos y crecientes apremios de melancolía
en una habitación con vistas
a un prostíbulo
que en mi casa crecía
entre lirios, marvas
y una losa de granito
con una leyenda cruda
que yo en sueños veía y así decia:

"Muere el poeta en la gloria,
muere envenenado por la vida.
Lo mato sin querer un quejido
un día que maldecía su vida.
Fue traído al cementerio
a escondidas
en carro tirado por mulas
en una España mordida por una víbora con cabeza de noble y cola de burgués con levita.

Juro. Créanlo
que fue así mi vida.
Mayor me hice siendo niño
cuando acudía
a los teatros y tertulias
para quieto
en la oscuridad más absoluta
y sin rechistar
para no levantar sonrisas
llenarme de palabras, rimas, poesías
y nombre de escritores
-formando una pila-
que con el tiempo
yo aprovecharía
para dar textura a mi obra escrita.

Por ello medré
entre cafés y salas de citas
hasta donde se venían
aquellos doctos caballeros
y algunas señoritas
con cayados, pajaritas y faldas con volantes a la moda del Madrid de la alta costura
y me di cuenta,
buena observancia la mía,
que se les aplaudía
más que por lo que decían
por lo que callaban y se les temía.

De todos los días
hay uno que me causa risa
y tiene que ver con Gomez de la Serna
y un grupo de fascistas
entre ellos Gimenez Caballero
y la llegada desde Barcelona a Madrid
de Tommaso Marinetti
para escupir sobre nuestras camisas.

Aquel día Gomez de la Serna se creía
ser el cabestro encargado de retirar a mejor vida
a aquella generación de  98
que se debatía
entre lo antiguo o moderno
como dogma de vida
y así y en esto acudí
con Azorín que maldecía a Tirso de Molina
hasta una estación sin trenes ni tranvías
y en mitad de una multitud crecida
lancé al viento una proclama
que solo serviría
para ser tachada de tontería absoluta
a lo que Gomez de la Serna replicaría
con sus verdades absolutas recubiertas de bencina.

Se me van
en este día
los recuerdos,
lo se,
pronto ya
mi alma dispuesta
para cerrar su escotilla
donde yacerán para siempre
-Dios me lo permita-
el resto de lo que no escribí
y entre fríos que me vienen
y calores que perdí un día
lo dejo por hoy
pues mañana será otro día
y todavía queda tinta
para inquietar
a los que me arrojaron
al ocaso de mi vida
por miedo a que les quitara las herraduras.

Autor: José Vte. Navarro Rubio




 

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