LA VOZ (MADRID) 20 DE JUNIO DE 1935
Al leer estos días la historia admirable, sugestiva y novelesca del ya famoso inglés Lawrence, hombre que fue el ídolo de los pueblos orientales, que le rindieron sumisión, pleitesía y acatamiento, nos hemos acordado de un español de otros tiempos que realizó proceas superiores a la del citado y gran aventurero inglés, entendiendo por aventurero al que enamorado de lo extraordinario y habitual huye de la prosa de una vida metódica y ordenada para dedicarse a buscar en el mundo las emociones reservadas a los caballeros del ideal, a los caballeros andantes que en busca de aventuras van por los caminos mus arriesgados hacia donde los lleve la estrella de sus misteriosos destinos. Hombre así fue nuestro compatriota, interesante e ilustre, el catalán D. Domingo Badía Leblich, nacido en Barcelona el 1 de octubre de Í767. dado desde su juventud al estudio de las ciencias naturales, especialmente de la física, la química y la botánica, tuvo también singular predilección por los conocimientos lingüísticos, haciéndose en poco tiempo un consumado y acabadísimo arabista. Hablaba y escribía este idioma a la perfección, Y deseando aprovechar esta cualidad y realizar un viaje científico al interior de África concibió su arriesgadísimo proyecto, que escribió y presentó al rey en 1801.
Carlos IV lo halló aceptable, y reconociendo su utilidad comisionó a Badia para que lo realizara. Era éste, por aquellos entonces, gran amigo del sabio naturalista D. Simón de Rojas Clemente, quien al tener noticias de los propósitos de Badia quiso asociarse a su empresa.
El 12 de mayo de 1802 salían ambos amigos de Madrid para París y Londres, donde entablaron relación con los más ilustres hombres de ciencia de aquellos países. También se proveyeron allí de los instrumentos más necesarios para las observaciones que pensaban realizar.
Cuando los dos españoles tenían todo lo preciso para un viaje de aquella categoría, el valido D. Manuel Godoy, omnipotente Príncipe de la Paz, concibió la idea de que cambiasen el aspecto de aquel viaje que, en vez de científico, a él le interesaba que fuera político.
Muchas páginas dedica él Principe de la Paz en sus "Memorías" a hablar de D. Domingo Badía, del que se han ocupado numerosos historiadores de modo singularísimo D. Ramón de Mesonero Romanos, y de manera definitiva el gran poeta historiador de los trovadores D. Víctor Balaguer, tan conocedor de las glorias de su tierra.
Sea, pues, D. Víctor Balaguer quien nos hable de aquel catalán émulo de sus más decididos antepasados; de aquel hombre de ciencia metido en las tenebrosidades de la diplomacia por la voluntad de un hombre de gobierno, que decidió que el gran naturalista Rojas Clemente no acompañara a Badía, que para cumplir mejor el plan que se le había confiado cambió de nombre, de patria, de nacionalidad e
incLuso de condición para no llamarse ya nada más y nada menos que Alí-Bey-el-Abbasi, príncipe de. esta dinastía y descendiente del profeta.
Y así llega a Marruecos y así desembarca en Tarifa como un ilustre MUsulmán descendiente de una de las familias árabes más dignificadas, y así es acogido en todas partes con las mayores prueban y demostraciones de respeto, sumisión, acatamiento y reverencia.
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No había muerto España aún. En su corazón latía la raza con sus impulsos briosos y su amor a los peligros y a las aventuras. Así lo demostraba aquel apuesto y novísimo Alí-Bey-el-Abbasi, que en Fez, ciudad hermosa entre todas las ciudades, se entrevistó con el Sultán de Marruecos, de cuya voluntad fno tardó en apoderarse.
Ayudábanle a ello su simpatía arrolladora, su educación, su cultura, sus vastos conocimientos en Medicina y Astronomía. Predecía los eclipses, curaba enfermedades tenidas antes por mortales. Era hombre de amena y cautivadora conversación, y no tardó en convertirse en ídolo de aquella corte oriental y fastuosa, donde vivía como un verdadero príncipe.
Captándose la confianza del soberano llegó a tener tanta intimidad con él, que éste no sabia estar sin la compañía de aquél hombre extraordinario que, cumpliendo en todo el plan político que se había propuesto llevar a cabo, ofreció un día a España los medios para hacerse dueña del imperio de Marruecos. El plan era arriesgado pero sencillo. No hay paradoja en nuestra afirmación, que confirma
el propio Príncipe de la Paz, que, criando enamorado de la idea de D. Domingo Badía quiso realizarla, hallóse con la debilidad de un rey tímido, vacilante y pusilánime.
No era aquélla una locura ni el afán de un loco imperialista. Era continuar la historia española y hacemos dueños de lo que tan poco trabajo habría costado adquirir...
Fracasado en su intento político, no cejó en su empeño en seguir la aventura que se había propuesto realizar: la aventuta de conocer el África y de recorrerla en su mayor parte.
No cejó en su empeño y lo llevó a efecto sin más ayuda que su audacia ni más auxilio que su valor, ni más medios que sus conocimientos excepcionales.
Perdido en el desierto muchas veces, otras en el interior de pueblos salvajes e inexplorados; a punto de morir de sed en ocasiones y sufriendo las torturas del hambre recientemente, siguió el aventurero su camino llegando a la Meca, y recogiendo en su libro de apuntes datos interesantísimos acerca de la vida
de aquellos remotos pueblos, Aquellos datos se publicaron andando los años... en francés.
Varios años llevaba de peregrinación, y hallándose ya de regreso en Trípoli, conoció loa sucesos desarrollados en España, la invasión napoleónica, la guerra de la Independencia, etc., étc.
Y vuelve a España. Y de España va a Francia a comunicar a Fernando VII el resultado de sus viajes. Este lo manda a que se ponga a las órdenes do Napoleón, que lo recibe atentamente, interesándose por sus relatos.
Los. hombres de ciencia franceses le dispensan acogida favorable y cariñosa. Hasta en la misma Academia hallan eco sus inventos y descubrimientos...
Después... ,
Vuelto al trono Fernando VII Badía es de los "afrancesados"; de los que huyen de su país. Vuelve a refugiarse en Francia, cuyo Gobierno le encarga una misi6n para la India, cumpliendo la cual muere, al parecer, envenenado.
No caben en un articulo biografías de hombres como Domingo Badía, como Ali-Bey-el-Abbassi, que es tan interesantísima como la del famosísimo aventurero inglés Lawrence, de quien tanto se ocupa la Prensa mundial. Por esto, recordar a nuestro compatriota nos parees de actualidad.
JUAN LÓPEZ NUÑEZ
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