Explorador, aventurero y agente de la corona española, según la leyenda
Domingo Badía Leblich, más conocido como Alí Bey, recorrió todo el norte
de África haciéndose pasar por un príncipe musulmán y fue el primer
europeo en visitar y describir La Meca. Su singular peripecia, relatada
con rigurosa atención al detalle y abundantes pinceladas de humor,
alcanzó enorme éxito al publicarse en 1814, pero había sido deformada
por motivos políticos y por la fantasía de sus contemporáneos.
Salvador Barberá, autor de la presente edición, sigue paso a paso el
itinerario de Alí Bey, examinando sobre el terreno la exactitud de sus
observaciones, y ofrece una versión rigurosa y contrastada de su
fascinante aventura.
El no ser descubierto es fundamental ya que además de viajar, Domingo Badía pretendía, así se lo hizo creer a Godoy, provocar una insurrección con el fin de que estas tierras pasaran a la Corona Española. Bajo esta personalidad fingida conseguirá entrevistarse con los principales personajes de Marruecos, aunque su acogida es bastante fría, cosa que el intenta disimular. Llegó a África en 1803 y a lo largo de tres años se movió por Marruecos y parte del Zagreb, describiendo y realizando láminas de aquello que consideraba más importante, tanto geográficamente como socialmente. Son estas descripciones lo más llamativo del libro, ya que se nos muestra cómo era la forma de vida marroquí de principios del siglo XIX. Lo peor, aunque sorprenda, es las malas transcripciones que hace de las palabras árabes, pues aunque parezca increíble, se embarcó en esta aventura con muy escasos conocimientos del idioma. Para salvar las posibles sospechas, se inventó que provenía de una familia del Oriente Próximo, pero que llevaba mucho tiempo en Europa, por lo que había olvidado parte del idioma.
La aventura de Badía en Marruecos termina cuando es gentilmente invitado a salir del país. Entonces decide conocer oras partes del mundo árabe, aunque ya no se incluyen en este libro, como su peregrinación a La Meca, siendo el primer europeo que lo consigue. Como anécdota comentar que el último capítulo del libro está lleno de especulaciones, como el lugar de la Atlántida, que lo hacen muy curioso y ameno.
La edición que he leído es la de Salvador Barberá. Este estudio hace un meticuloso análisis de la figura de Alí Bey y de su viaje, además de algunas otras indicaciones que en total consiguen darnos una amplia información que nos permite comprender mejor la obra. De hecho, a veces esta información es exhaustiva, llegando a comentar todos los nombres propios, tanto de cosas como de personas, que aparecen en el texto mediante una gran cantidad de pies de nota. Aún así, considero que lo mejor es coger esta edición comentada, pues de otra forma no sabremos lo que vio Alí Bey, y, sobre todo, lo que interpretó. En definitiva, se trata de una obra muy interesante para todos aquellos a los que les guste la literatura de viajes o estén interesados en Marruecos y el Zagreb. Para el resto de los lectores puede ser una obra un poco pesada al ser muy descriptiva y tener que estar continuamente consultando las anotaciones para comprender mejor lo que Alí Bey quiso decir y los errores que cometió.
3 TOMOS. EDICIÓN CRÍTICA COMPLETA Y CON ILUSTRACIONES
Edición a cargo de Roger Mimó
Por primera vez desde 1814, la presente edición ofrece el texto completo de los Viajes de Alí Bey, incluido su prólogo, así como sus láminas y sus valiosos mapas a tamaño real, acompañados además por fotografías actuales de los lugares mencionados por el autor y nuevos mapas detallados de su itinerario. Alí Bey, alter ego de Domingo Badía Leblich, realizó entre 1803 y 1808 un osadísimo periplo que le llevó de Marruecos a Turquía pasando por Trípoli, por la isla de Chipre, por Egipto, por Arabia, por Palestina y por Siria. Con su singular espíritu ilustrado, nos dejó una descripción rigurosa y pormenorizada de todas estas tierras, incluyendo lugares como La Meca y el Templo de Jerusalén, de los que no sólo no se había hecho un estudio similar con anterioridad sino que tampoco volvería a hacerse en muchos años. Además de su profunda investigación en campos tan variados como la geografía, la geología, la etnología o la historia del arte, Alí Bey aprovechó el viaje para llevar a cabo intervenciones políticas que reflejaban sus ideales y debían favorecer a su patria. En Marruecos, concretamente, luchó por implantar una constitución que garantizara los derechos personales de sus súbditos y la libertad de comercio, tanto interior como exterior, necesaria para llevarse a cabo las exportaciones de trigo que tanta falta le hacían a España.
Esta misión política, a la que los comentaristas posteriores han concedido excesiva importancia, ha ido deformando a lo largo de los años la imagen del viajero. Divinizado por unos como un héroe nacional y aborrecido por otros con acusaciones de falsía, el verdadero Alí Bey ha quedado oculto tras una cortina de tópicos y de prejuicios que, en la presente edición, Roger Mimó se encarga de echar abajo, mediante un millar de notas a pie de página en las que se demuestra la absoluta veracidad y el admirable rigor científico de la obra.
Nació en la ciudadela de Barcelona en 1767, de padre aragonés y madre belga. Integrado en la función pública desde muy joven, combinó sus sucesivos empleos en diferentes puntos de la geografía hispana con proyectos personales que reflejan su espíritu ilustrado y sus profundos conocimientos científicos. Con el apoyo de Manuel Godoy, llevó a cabo un largo viaje de exploración por África y Asia oculto tras la falsa personalidad de un descendiente de los abasidas llamado Alí Bey. Su diario de aquel viaje constituye la base del presente libro. A su regreso, habiendo perdido Godoy su puesto, así como Carlos IV su trono, y hallándose España invadida por el ejército de Napoleón, Badía pasó al servicio de José I y desempeñó funciones de gobernador, primero en Segovia y luego en Córdoba. La caída de José I le obligó a exiliarse en Francia, donde publicó los Viajes por primera vez. En 1818 emprendió una segunda expedición a Oriente por encargo del gobierno galo, en el transcurso de la cual enfermó y falleció cuando se trasladaba en una caravana de Damasco a La Meca. Está enterrado en el desierto jordano, junto al fortín de Qelat Daba.
Los 'Viajes de Alí Bey', una mirada desde el rigor a un mundo prodigioso
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/1432425/los/viajes/ali/bey/una/mirada/desde/rigor/mundo/prodigioso.html
Almed publica las crónicas de Domingo
Badía, un científico español que recorrió África y Asia con la identidad
de un príncipe abasí
Braulio Ortiz
sevilla
Una tarde de julio de 2010, el escritor afincado en
Marruecos Roger Mimó (Sabadell, 1962) finalizaba una larga y exhaustiva
travesía que había emprendido años antes con el propósito de trazar los
contornos de una figura esquiva, contradictoria y fascinante, la de
Domingo Badía Leblich o más concretamente la de su álter ego Alí Bey.
Ante su tumba, el investigador sintió que había llegado el momento de
divulgar los miles de datos que había recopilado "por una docena de
países y tres continentes" y que le ayudarían a desbaratar los
malentendidos que rodeaban al héroe. "¡Había tantos temas por aclarar y
se habían acumulado tantos tópicos a lo largo de doscientos años!",
exclama Mimó, que se sirve de un arsenal de notas a pie de página,
fotografías y mapas actualizados para proponer una nueva mirada a los Viajes de Alí Bey por África y Asia,
un libro en tres tomos que aparece de la mano de la editorial Almed y
que por primera vez desde 1814 incluye el texto completo escrito por el
autor.
Los Viajes... ofrecen la crónica de las expediciones que Alí Bey realizó entre 1803 y 1808, que le llevarían de Marruecos a Turquía y a escalas como Trípoli, Alejandría, El Cairo, La Meca, Damasco, Jerusalén o Alepo, entre otros destinos de los que este hombre ilustrado ofrecería valiosísimas descripciones. Entre otros hallazgos, la última edición de su obra determina el verdadero itinerario que siguió este viajero, corrigiendo algunas imprecisiones en los mapas y reproduciendo con mayor calidad planos que en las anteriores publicaciones españolas eran, advierte Mimó, "prácticamente indescifrables".
Entre los equívocos que han desvirtuado la percepción de Alí Bey destaca su trabajo como espía al servicio de España. Fue Godoy quien financió el proyecto con el que Badía podría desplazarse, y a cambio le encargaba al explorador una misión política. En realidad, el encargo se limitaba al ámbito de Marruecos, que como señala Mimó no le tomaría al estudioso más que una cuarta parte de sus estancias en el extranjero, pero aquel episodio tendría un insospechado peso en el perfil con el que Bey pasaría a la posteridad. Su labor como agente "jamás debió hacer sombra -como haría en todos los prólogos, críticas y comentarios desde 1836 hasta hoy- a la inmensa labor científica desarrollada por el viajero". Es cierto que Bey "ejerció como espía una temporada", pero estamos ante una personalidad poliédrica que abarcó un inmenso espectro de actividades y que entre otras ocupaciones fue "funcionario, científico, bibliotecario, general de brigada, traductor, intendente y dramaturgo". Su sobresaliente capacidad intelectual y su dominio de las materias más diversas se refleja en numerosas escenas del viaje, como cuando asegura haber demostrado con razonamientos ante un astrónomo de Fez que "la práctica de la astrología es un pecado". El supuesto príncipe abasí manejaba su sabiduría ante su público a menudo con cierta insolencia: Mimó describe a Badía como un tipo "con un carácter y una testarudez excepcionales", alguien "soñador e irresponsable, capaz de comprometerse en quiméricas empresas sin saber muy bien cómo llevarlas a término y confiando sólo en su propio temperamento y su capacidad personal como garantías de éxito".
Uno de esos tópicos que el prologuista y editor de los Viajes de Alí Bey no comparte es el de que Domingo Badía fuera el primer cristiano que penetró en La Meca. Las investigaciones precedentes empujan a Mimó a pensar que cuando en 1807 Bey llega a la ciudad santa ese hombre "tenía mucho más de musulmán que de cristiano, aunque probablemente seguía siendo deísta en el fondo de su alma" y albergaba pesar porque también en el islam "las ceremonias exteriores del culto hubieran prevalecido por encima del fondo de la religión".
Otro de los frecuentes dardos que suelen lanzarse contra Badía es que su narración carece de veracidad, como han apuntado entre otros Goytisolo y el arabista Salvador Barberá. Pero Mimó dirige sus esfuerzos a demostrar lo contrario: que "la precisión científica de Badía en sus descripciones resultaba casi obsesiva". Hubo dos cuestiones en las que el viajero escondió no obstante la realidad, dos aspectos que no hacen sino añadir complejidad a un individuo ya de por sí lleno de luces y sombras: en lo referente a la misión encomendada por Godoy y en sus relaciones con mujeres, que Badía se guardó por respeto a la esposa que había dejado en España.
Los Viajes... ofrecen la crónica de las expediciones que Alí Bey realizó entre 1803 y 1808, que le llevarían de Marruecos a Turquía y a escalas como Trípoli, Alejandría, El Cairo, La Meca, Damasco, Jerusalén o Alepo, entre otros destinos de los que este hombre ilustrado ofrecería valiosísimas descripciones. Entre otros hallazgos, la última edición de su obra determina el verdadero itinerario que siguió este viajero, corrigiendo algunas imprecisiones en los mapas y reproduciendo con mayor calidad planos que en las anteriores publicaciones españolas eran, advierte Mimó, "prácticamente indescifrables".
Entre los equívocos que han desvirtuado la percepción de Alí Bey destaca su trabajo como espía al servicio de España. Fue Godoy quien financió el proyecto con el que Badía podría desplazarse, y a cambio le encargaba al explorador una misión política. En realidad, el encargo se limitaba al ámbito de Marruecos, que como señala Mimó no le tomaría al estudioso más que una cuarta parte de sus estancias en el extranjero, pero aquel episodio tendría un insospechado peso en el perfil con el que Bey pasaría a la posteridad. Su labor como agente "jamás debió hacer sombra -como haría en todos los prólogos, críticas y comentarios desde 1836 hasta hoy- a la inmensa labor científica desarrollada por el viajero". Es cierto que Bey "ejerció como espía una temporada", pero estamos ante una personalidad poliédrica que abarcó un inmenso espectro de actividades y que entre otras ocupaciones fue "funcionario, científico, bibliotecario, general de brigada, traductor, intendente y dramaturgo". Su sobresaliente capacidad intelectual y su dominio de las materias más diversas se refleja en numerosas escenas del viaje, como cuando asegura haber demostrado con razonamientos ante un astrónomo de Fez que "la práctica de la astrología es un pecado". El supuesto príncipe abasí manejaba su sabiduría ante su público a menudo con cierta insolencia: Mimó describe a Badía como un tipo "con un carácter y una testarudez excepcionales", alguien "soñador e irresponsable, capaz de comprometerse en quiméricas empresas sin saber muy bien cómo llevarlas a término y confiando sólo en su propio temperamento y su capacidad personal como garantías de éxito".
Uno de esos tópicos que el prologuista y editor de los Viajes de Alí Bey no comparte es el de que Domingo Badía fuera el primer cristiano que penetró en La Meca. Las investigaciones precedentes empujan a Mimó a pensar que cuando en 1807 Bey llega a la ciudad santa ese hombre "tenía mucho más de musulmán que de cristiano, aunque probablemente seguía siendo deísta en el fondo de su alma" y albergaba pesar porque también en el islam "las ceremonias exteriores del culto hubieran prevalecido por encima del fondo de la religión".
Otro de los frecuentes dardos que suelen lanzarse contra Badía es que su narración carece de veracidad, como han apuntado entre otros Goytisolo y el arabista Salvador Barberá. Pero Mimó dirige sus esfuerzos a demostrar lo contrario: que "la precisión científica de Badía en sus descripciones resultaba casi obsesiva". Hubo dos cuestiones en las que el viajero escondió no obstante la realidad, dos aspectos que no hacen sino añadir complejidad a un individuo ya de por sí lleno de luces y sombras: en lo referente a la misión encomendada por Godoy y en sus relaciones con mujeres, que Badía se guardó por respeto a la esposa que había dejado en España.
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