lunes, 22 de abril de 2013

POESÍA BUSCARINI NO SE DEJÓ LLEVAR POR LA ROSA DE LOS VIENTOS

 

Un día en que descansaba la rosa de los vientos
sin indicativos marcando
por donde sale el sol y se vienen los buenos vientos,
un día largo de panes bajo el brazo de un niño que saluda con tirabuzones en el pelo,
un día sin más carga solar que la luz de un mechero,
un día se vino Buscarini al encuentro
de todo aquello que viajaba por su cabeza y le constreñía el cerebro
y en ese día marcado en su memoria
vio de lejos
la estación de su vida con vías muertas dentro de un recinto lleno
de mujeres y hombres con maletas y señales de carbón entre los dedos.

Ya estoy se dijo el poeta joven, idiota o memo, para los talentos,
y en ese día y en ese momento se juró
cruzando la mano izquierda dentro de un bolsillo de su pantalón, delantero,
que el sería poeta
no por serlo
más bien por recitar poemas y escribir versos
a esa novia desconocida y a esas amigas de su pueblo
que salieron a la estación a despedirle con caras de aburridas de tanto jugar al tejo.

Me haré poeta,
poeta recio,
de cantares saliendo de la garganta
como balas disparadas hacia un cerro
y daré a mi madre
todo aquello que soñó
y lo que no soñando yo para ella quiero.

En una estación de Madrid
y  a silbido de cañón
metido en una olla vestida de negro
se marcha aquel tren que a Buscarini le había traído de lejos.

Maleta al hombro y rezando un credo
por una calle con acentos a lenguas romances por medio
va Buscarini pegando patadas a un bote tan corroído por dentro
como el horizonte que se abre ante él y que a su madre le causa respeto.

En una calle con puerta de madera de pino viejo
se paran la madre y el hijo
y mirando hacia un letrero
leen se alquilan habitaciones
por módicos precios.

¡Esto es lo que buscaba! exlama la madre,
¡esto!, dice Buscarini,
y un lápiz y mucho papel con que poder escribir lo que yo anhelo.

Yo no quiero, dice el sol,
plagiado por fuera y por dentro,
no quiero
que te hagas ilusiones
ni de que vayas por ahí diciendo
que la ciudad se come a los hombres
y les seca el cerebro
a poco que te asomes a una ventana
para ver pasar a un oncejo.

Un día Buscarini,
Amando, como el quería,
y Antonio, por su abuelo,
se fue a la escuela
y aprendió aquello
de que la letra con sangre entra
¿será por eso que el poeta sufriera en vida
más que Jesucristo el día de su encuentro
con dos ladrones y un romano que le partió, entre la cuarta y quinta costilla, el pecho?.

Madrid
y sus desechos,
ya sean poetas
o becerros
sobreviven al encuentro
de ese joven provinciano
que se cree poseso
del alma de otro poeta
que colgaba nidos de golondrinas del techo
como si fueran chorizos enrollados en un palo tieso,
y él que lo veía,
lo hacia perdido en el silencio
de un manicomio de Logroño,
cruz, muerte y entierro.

¡Buscarini!
¿Quien me llama?
lelo
es un negro
que toca un virtuoso "tam tanero"
para que luego digan
que a ti te guiñaron el ojo sin quererlo.

Autor: José Vte Navarro Rubio

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