1942. Es arrestado en París por la Gestapo, supuestamente por ayudar a judíos a cruzar la frontera española (más tarde se descubrirá que lo que hacía era estafarles), y es confinado en la prisión de Cherche-Midi. Allí escribe un largo poema, cumbre de su obra poética, titulado “Balada de Cherche-Midi”.
1942 .-Se trasladó a París, donde se dedica sobre todo a escribir poesía y a la compraventa de antigüedades, pintura y algún pasaporte. Puesta sobre aviso, la Gestapo le encerró, el 10 de junio de 1942, en la cárcel parisina de Cherche-Midi, durante dos meses y medio. Entonces escribe el poema Balada Cherche-Midi y tuvo tiempo de escribir la biografía de la espía Mata-Hari o la novela Manuel de Montparnase, basada en Manuel Viola.
1942, El 10 de junio de 1942 un acontecimiento imprevisto altera el rumbo de
su vida en forma brusca: es detenido por la Gestapo y recluido en la
prisión de Cherche-Midi. Las causas y antecedentes de este hecho
constituyen uno de los capítulos más misteriosos de su biografía. En el
momento de su detención, Ruano llevaba en la cartera la considerable
suma de doce mil dólares de los de entonces y un valioso brillante de
nueve quilates. Estuvo 78 días en prisión. Puesto en libertad
condicional, abandonó Francia ilegalmente y regresó a España.
Reseñas de libros/Ficción:
José Carlos Llop: París: suite 1940 (RBA, 2007)
Por Juan Antonio González Fuentes, domingo, 04 de noviembre de 2007
No
es la literatura española ni mucho menos pródiga en biografías. Tal
carencia es ciertamente lamentable, sobre todo porque los lectores nos
perdemos un buen material para las páginas de los libros: la vida y
milagros de algunos de nuestros compatriotas, material, deseo insistir
en ello, en ocasiones francamente sabroso. Pensemos sólo en escritores, y
establezcamos un ámbito cronológico determinado y no muy extenso, por
ejemplo, las cinco primeras décadas del pasado siglo. ¿Cómo es posible
que personajes con biografías en principio tan atractivas, poderosas,
variopintas y sugerentes como Unamuno, Juan Ramón, Ortega, Valle-Inclán,
Lorca..., no cuenten a día de hoy con tres o cuatro biografías de
verdadero calado y trascendencia en las estanterías de todas las
librerías españolas? ¿Podemos imaginar que si Ortega, JRJ o Unamuno
hubiesen sido ingleses estarían sin sus vidas diseccionadas, analizadas y
comentadas en varios magníficos libros? Imposible. Pero el viejo
eslogan fue un acierto: España es diferente.
No
es la literatura española ni mucho menos pródiga en biografías. Tal
carencia es ciertamente lamentable, sobre todo porque los lectores nos
perdemos un buen material para las páginas de los libros: la vida y
milagros de algunos de nuestros compatriotas, material, deseo insistir
en ello, en ocasiones francamente sabroso. Pensemos sólo en escritores, y
establezcamos un ámbito cronológico determinado y no muy extenso, por
ejemplo, las cinco primeras décadas del pasado siglo. ¿Cómo es posible
que personajes con biografías en principio tan atractivas, poderosas,
variopintas y sugerentes como Unamuno, Juan Ramón, Ortega, Valle-Inclán,
Lorca..., no cuenten a día de hoy con tres o cuatro biografías de
verdadero calado y trascendencia en las estanterías de todas las
librerías españolas? ¿Podemos imaginar que si Ortega, JRJ o Unamuno
hubiesen sido ingleses estarían sin sus vidas diseccionadas, analizadas y
comentadas en varios magníficos libros? Imposible. Pero el viejo
eslogan fue un acierto: España es diferente.
Pero si personajes de primera línea e importancia no cuentan con los trabajos de referencia que pedimos, ¿qué podemos esperar de esos otros que se pueden ubicar sin problema alguno en filas más traseras de nuestra historia y cultura, o que ocupan sólo una nota a pie de página en las mismas? César González Ruano es un personaje situado en el medio de los caminos aquí perfilados. No es, desde luego, un personaje del calado de los mencionados, y ni por asomo su obra puede compararse a las suyas. Pero tampoco es sólo una nota a pie de página o una mera referencia en el voluminoso tomo de la literatura española del siglo XX. González Ruano (Madrid, 1903-1965) fue un poeta reseñable en la etapa del Ultraismo español, y algunos de sus versos se dejan leer hoy sin fatiga ni hartazgo. Trabajó también géneros como la novela, la biografía (Baudelaire, Zola, Oscar Wilde...), el cuento, el teatro, las memorias..., pero fue sobre todo periodista, y más concretamente uno de los supremos cultivadores de eso que se ha venido en llamar “columnismo”. En este sentido, César González Ruano es el columnista por antonomasia del periodismo español del siglo XX, maestro en cierta medida imitado por su discípulo quizá más aventajado, el recientemente fallecido Umbral.
Pero además de su obra escrita, González Ruano dejó otra obra al menos igual de interesante, si no más: su propia vida. Una vida madrileña y de cafés en la España del franquismo triunfante, en la que también hay etapas largas en ciudades cosmopolitas (París, Roma, Berlín), un montón de anécdotas insinuantes, muchos personajes conocidos de una y otra calaña, mucha redacción de periódico antiguo, bastantes cuadros y obras de arte, y un cúmulo inaudito de zonas oscuras, medias verdades o sencillamente patrañas, que él mismo se encargó de propagar y agigantar en sus escritos memorialísticos y en tertulias de café con puro y copa.
El episodio más intrigante de la vida de César González Ruano ocurrió a finales del año 1940, recién acabada la guerra en España y comenzada la segunda mundial. El periodista estaba entonces trabajando de corresponsal en el triunfante Berlín de las huestes nazis, y de forma precipitada abandonó la capital alemana en un tren nocturno sin dar explicaciones con destino al París que los propios nazis ocupan militarmente. César pidió a la autoridad alemana un salvoconducto para ausentarse durante una quincena de días, pero jamás volvió a visitar Berlín. En la capital de Francia vivió durante los dos siguientes años, abandonándola un 15 de septiembre de 1942.
Durante sus meses de vida en París el famoso periodista no trabajó para ningún periódico, no publicó un solo artículo, y de su pluma solamente salieron unos cuantos versos. Sin embargo nuestro personaje no vivió nada mal. Llegó a tener a la vez varios lujosos pisos en distintas zonas de París, se movió con comodidad en los bajos fondos, la bohemia artística, la alegre vida nocturna y los salones de los aristócratas y diplomáticos. ¿De dónde sacaba el dinero para una vida en modo alguno modesta y plagada de champagne, joyas, arte, comidas, amigos..., y todo en una ciudad ocupada por un ejército extranjero y nada condescendiente llegado el caso? Nada se sabe a ciencia cierta del caso. Nada explicó él en sus escritos. Sólo nos consta la veracidad histórica de los hechos, constatados por multitud de testigos de primera mano y solventes.
El enigma de las economías y la vida de lujo de un señalado periodista español que no trabaja en el París ocupado por los nazis, podía quedar en la anécdota o la mera curiosidad si no fuera por un hecho dramático y de indudable significación: el periodista español, César González, fue detenido misteriosamente por la terrible Gestapo, investigado, interrogado y encarcelado durante meses en la prisión de Cherche-Midi. La cuestión, claro, plantea nuevas y más complejas interrogantes. ¿Por qué la Gestapo detuvo y retuvo durante meses al periodista español, ex corresponsal franquista en Berlín, famoso en su país y con amistades influyentes en las esferas diplomáticas internacionales?
¿Traficaba con obras de arte robadas el periodista? ¿Engañaba a las perseguidas familias judías francesas para quedarse con sus bienes? ¿Las ayudaba de verdad a salir de Francia? ¿Fue González Ruano en su etapa parisina un estafador, un ladrón, un canalla sin escrúpulos en busca sólo del beneficio económico personal, un traficante de arte o falsos salvoconductos? ¿O fue un español que arriesgó su vida por salvar a algunas cuantas familias judías que querían huir del horror del nazismo? ¿Por qué la Gestapo se ocupó de él?
Estas son preguntas que muy probablemente nadie pueda contestar nunca con documentos y fuentes históricas primarias. Pero estas son también las cuestiones sin resolver que le han servido a José Carlos Llop para escribir un libro espléndido, mezcla de realidad y ficción, muy en la línea de otros autores europeos de primer orden que están conduciendo, desde hace años, la novela europea por el terreno de la memoria, la historia y las hipótesis.
Llop nos cuenta en París: suite 1940 la historia de CGR desde que salió de Berlín hasta que abandonó también París tras sufrir prisión. Para hacerlo se vale de toda la información de la que ha podido disponer, fundamentalmente la bibliografía posible, las entrevistas personales con gente que sabía o sabe cosas de aquella historia, y la propia voz escrita del protagonista, CGR, del que se reproducen párrafos enteros, compartiendo así la autoría del libro conjuntamente con el autor mallorquín. Es decir, hasta cierto punto Llop ha escrito una biografía de los años parisinos de CGR, un libro de historia en el que el protagonista es un nombre muy concreto en un momento muy determinado de su vida. Pero Llop no ha querido escribir un libro de historia, sino que ha novelado, ha cargado de elementos de ficción unos sucesos reales e históricos pero sobre los que se sabe tan poco que permiten la fabulación. Llop, por tanto, a lo largo de las muy asequibles y entretenidísimas 150 páginas de su libro, no resuelve hipótesis, sino que las constata y fábula sobre su naturaleza, plantea en voz alta, como un detective sabedor de los hechos, con indicios pero sin pruebas, las distintas posibilidades que sitúan el caso y lo pudieran resolver.
Llop ha escrito con elegancia un libro sin género definido y fácil de traducir a otros idiomas; un libro con aires cosmopolitas, emparentado de alguna manera con trabajos de Vila Matas, Javier Marías, Echenoz, Sebald o Pierre Michon; un libro que interesará a lectores absolutamente variopintos y de latitudes muy diversas; una historia detectivesca resuelta como una ficción pero construida como lo que es, una historia real.
José Carlos Llop ha escrito un libro interesantísimo, fácil de leer, que te atrapa desde el principio al final, y al que le auguro un futuro muy halagüeño marcando pautas a seguir en la narración en español de los próximos tiempos.
Pero si personajes de primera línea e importancia no cuentan con los trabajos de referencia que pedimos, ¿qué podemos esperar de esos otros que se pueden ubicar sin problema alguno en filas más traseras de nuestra historia y cultura, o que ocupan sólo una nota a pie de página en las mismas? César González Ruano es un personaje situado en el medio de los caminos aquí perfilados. No es, desde luego, un personaje del calado de los mencionados, y ni por asomo su obra puede compararse a las suyas. Pero tampoco es sólo una nota a pie de página o una mera referencia en el voluminoso tomo de la literatura española del siglo XX. González Ruano (Madrid, 1903-1965) fue un poeta reseñable en la etapa del Ultraismo español, y algunos de sus versos se dejan leer hoy sin fatiga ni hartazgo. Trabajó también géneros como la novela, la biografía (Baudelaire, Zola, Oscar Wilde...), el cuento, el teatro, las memorias..., pero fue sobre todo periodista, y más concretamente uno de los supremos cultivadores de eso que se ha venido en llamar “columnismo”. En este sentido, César González Ruano es el columnista por antonomasia del periodismo español del siglo XX, maestro en cierta medida imitado por su discípulo quizá más aventajado, el recientemente fallecido Umbral.
Pero además de su obra escrita, González Ruano dejó otra obra al menos igual de interesante, si no más: su propia vida. Una vida madrileña y de cafés en la España del franquismo triunfante, en la que también hay etapas largas en ciudades cosmopolitas (París, Roma, Berlín), un montón de anécdotas insinuantes, muchos personajes conocidos de una y otra calaña, mucha redacción de periódico antiguo, bastantes cuadros y obras de arte, y un cúmulo inaudito de zonas oscuras, medias verdades o sencillamente patrañas, que él mismo se encargó de propagar y agigantar en sus escritos memorialísticos y en tertulias de café con puro y copa.
Llop nos cuenta en París: suite 1940 la historia de César González Ruano desde que salió de Berlín hasta que abandonó también París tras sufrir prisión. Para hacerlo se vale de toda la información de la que ha podido disponer (...) y la propia voz escrita del protagonista, CGR, del que se reproducen párrafos enteros, compartiendo así la autoría del libro conjuntamente con el autor mallorquín
El episodio más intrigante de la vida de César González Ruano ocurrió a finales del año 1940, recién acabada la guerra en España y comenzada la segunda mundial. El periodista estaba entonces trabajando de corresponsal en el triunfante Berlín de las huestes nazis, y de forma precipitada abandonó la capital alemana en un tren nocturno sin dar explicaciones con destino al París que los propios nazis ocupan militarmente. César pidió a la autoridad alemana un salvoconducto para ausentarse durante una quincena de días, pero jamás volvió a visitar Berlín. En la capital de Francia vivió durante los dos siguientes años, abandonándola un 15 de septiembre de 1942.
Durante sus meses de vida en París el famoso periodista no trabajó para ningún periódico, no publicó un solo artículo, y de su pluma solamente salieron unos cuantos versos. Sin embargo nuestro personaje no vivió nada mal. Llegó a tener a la vez varios lujosos pisos en distintas zonas de París, se movió con comodidad en los bajos fondos, la bohemia artística, la alegre vida nocturna y los salones de los aristócratas y diplomáticos. ¿De dónde sacaba el dinero para una vida en modo alguno modesta y plagada de champagne, joyas, arte, comidas, amigos..., y todo en una ciudad ocupada por un ejército extranjero y nada condescendiente llegado el caso? Nada se sabe a ciencia cierta del caso. Nada explicó él en sus escritos. Sólo nos consta la veracidad histórica de los hechos, constatados por multitud de testigos de primera mano y solventes.
El enigma de las economías y la vida de lujo de un señalado periodista español que no trabaja en el París ocupado por los nazis, podía quedar en la anécdota o la mera curiosidad si no fuera por un hecho dramático y de indudable significación: el periodista español, César González, fue detenido misteriosamente por la terrible Gestapo, investigado, interrogado y encarcelado durante meses en la prisión de Cherche-Midi. La cuestión, claro, plantea nuevas y más complejas interrogantes. ¿Por qué la Gestapo detuvo y retuvo durante meses al periodista español, ex corresponsal franquista en Berlín, famoso en su país y con amistades influyentes en las esferas diplomáticas internacionales?
¿Traficaba con obras de arte robadas el periodista? ¿Engañaba a las perseguidas familias judías francesas para quedarse con sus bienes? ¿Las ayudaba de verdad a salir de Francia? ¿Fue González Ruano en su etapa parisina un estafador, un ladrón, un canalla sin escrúpulos en busca sólo del beneficio económico personal, un traficante de arte o falsos salvoconductos? ¿O fue un español que arriesgó su vida por salvar a algunas cuantas familias judías que querían huir del horror del nazismo? ¿Por qué la Gestapo se ocupó de él?
Hasta cierto punto Llop ha escrito una biografía de los años parisinos de César González Ruano, un libro de historia en el que el protagonista es un nombre muy concreto en un momento muy determinado de su vida. Pero Llop no ha querido escribir un libro de historia, sino que ha novelado, ha cargado de elementos de ficción unos sucesos reales e históricos pero sobre los que se sabe tan poco que permiten la fabulación
Estas son preguntas que muy probablemente nadie pueda contestar nunca con documentos y fuentes históricas primarias. Pero estas son también las cuestiones sin resolver que le han servido a José Carlos Llop para escribir un libro espléndido, mezcla de realidad y ficción, muy en la línea de otros autores europeos de primer orden que están conduciendo, desde hace años, la novela europea por el terreno de la memoria, la historia y las hipótesis.
Llop nos cuenta en París: suite 1940 la historia de CGR desde que salió de Berlín hasta que abandonó también París tras sufrir prisión. Para hacerlo se vale de toda la información de la que ha podido disponer, fundamentalmente la bibliografía posible, las entrevistas personales con gente que sabía o sabe cosas de aquella historia, y la propia voz escrita del protagonista, CGR, del que se reproducen párrafos enteros, compartiendo así la autoría del libro conjuntamente con el autor mallorquín. Es decir, hasta cierto punto Llop ha escrito una biografía de los años parisinos de CGR, un libro de historia en el que el protagonista es un nombre muy concreto en un momento muy determinado de su vida. Pero Llop no ha querido escribir un libro de historia, sino que ha novelado, ha cargado de elementos de ficción unos sucesos reales e históricos pero sobre los que se sabe tan poco que permiten la fabulación. Llop, por tanto, a lo largo de las muy asequibles y entretenidísimas 150 páginas de su libro, no resuelve hipótesis, sino que las constata y fábula sobre su naturaleza, plantea en voz alta, como un detective sabedor de los hechos, con indicios pero sin pruebas, las distintas posibilidades que sitúan el caso y lo pudieran resolver.
Llop ha escrito con elegancia un libro sin género definido y fácil de traducir a otros idiomas; un libro con aires cosmopolitas, emparentado de alguna manera con trabajos de Vila Matas, Javier Marías, Echenoz, Sebald o Pierre Michon; un libro que interesará a lectores absolutamente variopintos y de latitudes muy diversas; una historia detectivesca resuelta como una ficción pero construida como lo que es, una historia real.
José Carlos Llop ha escrito un libro interesantísimo, fácil de leer, que te atrapa desde el principio al final, y al que le auguro un futuro muy halagüeño marcando pautas a seguir en la narración en español de los próximos tiempos.
González Ruano y los judíos masacrados
Jueves, 04 de noviembre de 2010 |
Por Rosa Sala Rose.
No hace mucho que José Carlos Llop, bajo el título de París: suite 1940, le dedicó una indagación maravillosa a los "años oscuros" del famoso escritor y dandy español César González Ruano en París durante la Segunda Guerra Mundial. A medio camino entre la novela y el ensayo, con una sutileza admirable, esta obra de Llop se adentra en las lagunas que se abren premeditadamente en las memorias de Ruano como pozos oscuros. "Ese misterio sobre el que [Ruano] merodeará una y otra vez en sus libros, como un zorro que no se decide a atacar el gallinero".
El misterio principal: ¿de qué vivía Ruano? El escritor había
abandonado su corresponsalía del ABC en Berlín para instalarse en París.
Una vez allí, harto de la pluma, había decidido dejar de escribir. Y
aun así, nunca llevó un tren de vida tan lujoso como en aquellos años en
los que vivió de fiesta en fiesta en pleno centro de una Europa
agonizante. Poco a poco, oscilando entre testimonio y testimonio, Llop
deja que las sospechas vayan tomando forma. Para ello cita a Laurence
Viola, viuda del artista Manuel Viola:
Cuando él [César González Ruano]
llegó a París, ya se decía entre los españoles que había aprovechado su
corresponsalía en Berlín para estafar a judíos alemanes en apuros. Ya
sabe: qué alemán, siendo judío, no estaba en apuros en Berlín entonces.
Llegó cargado de joyas y comportándose como un marqués.
O reproduce un extracto de las memorias de Caballero Bonald:
Manuel Viola me contó durante las
erráticas confidencias de alguna noche culpable, cosas terribles a
propósito de las actividades de CGR en el París de la Ocupación alemana.
Algunas las he olvidado y de otras prefiero no acordarme. Con
todo, según su propia declaración, Llop no pretende hacer un ensayo
histórico, sino una obra literaria. La gran laguna del Ruano parisino
queda envuelta en una prudente neblina en la que todo se sugiere pero
nada se afirma.
Sin embargo, como hemos visto, Llop también se ha documentado. Y hay al menos un testimonio que, ya sea por premeditación o por despiste, no aparece en la bibliografía de París: Suite 1940. En dicho testimonio la gran laguna de Ruano queda desvelada con profusión de datos y de la manera más atroz. Fue el historiador Xavier Casals quien llamó mi atención sobre Los senderos de la libertad (Europa 1940-1944), la interesante obra autobiográfica del sindicalista Eduardo Pons Prades que parece haber pasado bastante desapercibida. Pons Prades, que fue miembro de la resistencia en la Francia ocupada, cuenta que en el puesto fronterizo de Bourg-Madame-Puigcerdá se habían recibido informes sobre misteriosas caravanas de camiones, nunca más de seis, que desde finales de 1942 transitaban de Perpiñán a Andorra. Eran del modelo Berliet, camiones militares franceses de 1936, matriculados en los Servicios de Obras Públicas, con documentación en regla y alimentados con gasolina, cuando por entonces casi todos los camiones funcionaban con gasógeno. Al merodear junto a ellos, un oficial de aduanas llamado Parent tuvo la sensación de que transportaban gente.
Poco después unos guerrilleros hallaron herido de bala en los
Pirineos a un ingeniero alemán judío llamado Rosenthal que les reveló el
misterio de los camiones. A fin de sacar a sus padres y a su hermana de
la Francia ocupada, Rosenthal había entrado en contacto en París con el
supuesto agregado cultural de la embajada franquista. El falso
funcionario se hacía llamar Don Antonio y decía haber sido enviado desde
Madrid a París expresamente para salvar judíos. Tras pagarle una
fortuna a Don Antonio para financiar el pasaje, los Rosenthal fueron
introducidos en un camión Berliet que iba a llevarlos a Andorra desde
Perpiñán. Poco después se sumaron otros tres vehículos, formando una
pequeña caravana.
Les dijeron que iban a entrar en Andorra a pie, por la montaña, acompañados por guías del país y que en menos de una hora estarían a salvo. Que no tardaría en hacerse de día y que todo iría bien… Pero, de pronto, estallaron varias ráfagas de metralleta y el griterío de las víctimas. Y en el acto dispararon también contra su grupo. Como el ingeniero caminaba detrás del todo –para ayudar a los rezagados-, sólo fue alcanzado en un hombro, cayendo entre espesos matorrales. Inmóvil y reteniendo su respiración, se quedaría allí, acurrucado, mientras la luz de las litnernas de los asesinos se pasebaa entre los moribundos, a los que desvalijaban, apresudaramente. Luego, tras repetidas blasfemias –en la muy católica lengua andorrana, sin duda-, oyó cómo abrían una zanja, en la que medio enterraron los cadáveres.
El resistente Manuel Huet Piera, del Grupo Ponzán, acompañó a
Rosenthal a París para identificar al misterioso "Don Antonio". Era
César González Ruano. Así lo revelaron las pesquisas efectuadas en
Francia y detalladas con abundantes detalles en el libro de Pons Prades.
Éstas serían, por tanto, las "cosas terribles" que Caballero Bonald le
oyó contar a Manuel Viola. No se trataba sólo de aprovecharse de los
desesperados judíos europeos, sino de engañarlos a centenares con falsas
promesas de libertad para sacarles hasta el último céntimo y después
masacrarlos, por obra de sicarios contratados, en la impunidad de la
noche, una y otra vez, en caravanas perfectamente organizadas.
Elegantemente, sin mancharse las manos, como le corresponde hacer a un
dandy y hombre de cultura.
De ser cierto el relato de Pons Prades, en estos momentos varias fosas con cientos de huesos reposan en la frontera andorrana, perpetuamente selladas bajo un manto de vegetación, de silencio y de desmemoria. Quizá, ahora más que nunca, haya llegado el momento de ir a buscarlas.
LA GERMANISTA ROSA SALA ROSE aborda en la última entrada de su blog
un aspecto desconocido en la vida del famoso periodista y escritor César
González-Ruano (1903-1965). Éste durante la Segunda Guerra Mundial
vivió lujosamente en París, tras dejar su corresponsalía del ABC en Berlín.
Sala expone como entonces una posible fuente de sus ingresos sería
cobrar a judíos fugitivos del nazismo para conducirles de modo
clandestino de Perpiñán a Andorra. Con tal fin, en la capital francesa
González-Ruano se haría pasar por un supuesto agregado cultural de la
embajada franquista enviado desde Madrid a París para salvar judíos,
cobrando grandes sumas por realizar esta tarea. Pero estos no llegaban a
su destino: eran asesinados en el Pirineo.
Esta historia siniestra, que avala el testimonio del libertario
español Eduardo Pons Prades, apunta la existencia de masacres
clandestinas de judíos en el Pirineo, hasta ahora no documentadas. Por
ello recomendamos su lectura en http://rosasalarose.blogspot.com/2010/11/gonzalez-ruano-y-los-judios-masacrados.html.
En un libro de reciente aparición titulado Noche y niebla en el París ocupado, traficantes, espías y mercado negro,
de Fernando Castillo, se relata la vida más bastarda de aquel París
ocupado por los nazis (1940-1944), de aquel París que, sumergido en los
escombros y la miseria de la guerra que sufría una gran mayoría de la
población, abasteció de riqueza e ingresos millonarios a numerosos
traficantes, buhoneros y estafadores. Todo se compraba y se vendía, la
vida, la muerte, la libertad y la supervivencia. Y todo con el
beneplácito de los jerarcas nazis ocupantes, quienes dispusieron de
varios bureaux donde se oficializaban las transacciones. Entre
esos traficantes estaban César González Ruano, un tipo que durante la
Segunda Guerra Mundial vivió lujosamente en París tras dejar su
corresponsalía del ABC en Berlín y que como dice Muñoz Molina era “un
escritor fascista que tenía poses de entre borbón apócrifo y señorito
golfo, y que era capaz de escribirse cinco artículos seguidos sobre
cualquier cosa en una mañana y una novela entera en seis días, una
novela que entregaba sin haber corregido y de la que se había olvidado
aun antes de cobrarla”. González Ruano vivió en París de la
traición. Rosa Sala Rose, historiadora germanista dice de él que entre
sus fuentes de ingresos en ese París sometido destacaba el “cobrar a
judíos fugitivos del nazismo para conducirles de modo clandestino de
Perpiñán a Andorra. Con tal fin, en la capital francesa González-Ruano
se haría pasar por un supuesto agregado cultural de la embajada
franquista enviado desde Madrid a París para salvar judíos, cobrando
grandes sumas por realizar esta tarea. Pero estos no llegaban a su
destino: eran asesinados en el Pirineo”.
Y es que la vida en ese
París para estas bandas de asesinos a sueldo oficial, traficantes y
aprovechados de la situación, de esos que saben estar y pactar con el
diablo de turno, fue fácil. Y todo a cambio de delaciones, torturas,
compadreos con los nazis y vendettas, por no nombrar las incontables
traiciones sobre gran parte de los resistentes antifascistas de toda
Europa. De ello participaron personajes como González Ruano o Pedro
Urraca, un auténtico “cazador de rojos”, pesadilla para los exiliados
republicanos en Francia después de la Guerra Civil, quien delató al
President de la Generalitat, Compains, posteriormente fusilado. Estos y
otros cientos, vivían a cuenta de la vida de otros, de los miedos de
otros, de las miserias de otros. Pero todos formaban parte de una red de
corruptelas protegidas por el nazismo y las embajadas fascistas
encubridoras, tejida sobre el cinismo, la mentira, la malversación y la
dominación en una época de penuria absoluta.
Este libro fascinante es como una autopsia. Como rajar un cadáver
inflado y atisbar sus nauseabundos interiores. En su reciente obra París: suite 1940,
José Carlos Llop disecciona la avaricia humana llevada hasta sus más
feroces consecuencias. La ruindad que medra en los momentos difíciles.
Habla Llop del París de la ocupación alemana y del novelista, poeta y
periodista César González Ruano, pero en realidad está hablando de esa
mugre que crece como un hongo venenoso al calor de las guerras; y de
aquellos personajes turbios y torcidos que parecen condensar las sombras
en los tiempos oscuros. He aquí una vieja contradicción, una inquietud
irresoluble: que un gran escritor, como lo fue Ruano, pueda ser también
una persona detestable.
La opulenta casa en la que vivía Ruano en París
con un alquiler "muy barato" pertenecía a un judío. Estremece imaginar
las posibles razones de esa ganga inmobiliaria
Era un vividor, un fantasmón, un petimetre más
bien cutre y estropeado, con su bigotito estrafalario y su aire
daliniano cadavérico. Como dice Llop, un calamar esparciendo tinta
Las sombras que rodean a CGR son de doble signo; por un lado apuntan a
la dificultad de conocer los datos exactos, la realidad de su vida; por
otro, a las posibles fechorías que se intuyen. Con tenacidad de
detective, José Carlos Llop investiga, en apasionantes capas
concéntricas, la época más enigmática de la vida de Ruano: ¿por qué
abandonó en marzo de 1940 su trabajo como corresponsal en Berlín del Abc?
¿Por qué se fue a París? ¿Cómo pudo vivir durante dos años a todo lujo
en la capital francesa sin trabajar oficialmente en nada? Y, lo más
intrigante, ¿por qué fue detenido por la Gestapo en junio de 1942 y pasó
casi tres meses en la cárcel de Cherche-Midi?
Llop contesta en buena parte a todo esto, pero no se confundan: su
texto no tiene nada que ver con un trabajo periodístico, sino que es una
sugerente y muy literaria recreación del ambiente y la época, de lo
picaresco y lo canalla. Para lo cual utiliza numerosas fuentes,
documentos y libros, entre ellos las novelas del propio Ruano (sobre
todo, Manuel de Montparnasse, que al parecer estaba inspirada en el pintor Viola) y sus Memorias, subtituladas, muy elocuentemente, Mi medio siglo se confiesa a medias.
Sí, sin duda muy a medias. Como dice Llop, es un calamar esparciendo tinta.
Lo que se sabe, en fin, es alarmante. Se sabe que, cuando Ruano fue
detenido por los alemanes en París, llevaba encima 12.000 dólares, un
brillante sin montar de nueve quilates y un pasaporte de un país
latinoamericano perfectamente en orden pero en blanco, a falta del
nombre del titular. Todo de una irregularidad abracadabrante. También se
sabe que, en aquellos años de lágrimas y plomo, muchas personas se
enriquecieron gracias a la tragedia judía. Por cierto que la opulenta
casa en la que vivía CGR en París con un alquiler "muy barato"
pertenecía a un judío: ¿quizá había sido requisada por los alemanes?
Estremece imaginar las posibles razones de esa ganga inmobiliaria.
Pero aún estremece más el boyante negocio que algunos desalmados
habían montado con las víctimas necesitadas de huir. No sólo se
traficaba con pasaportes falsos por sumas astronómicas, dinero, joyas,
obras de arte, todo cuanto aquellos pobres desgraciados tenían, sino que
además, y a menudo, les vendían unos contactos para pasar a pie la
frontera que en realidad no existían, esto es, les estafaban; o, aún
peor, esos contactos sí que eran reales, pero se trataba de unos
bandoleros que, en cuanto alcanzaban la montaña, asesinaban a los
fugitivos para robarles. Los conflictos bélicos, dice Llop, fomentan
este tipo de iniquidades, y como muestra cuenta un caso aterrador de la
Guerra Civil española, recogido tanto en el Diario del comisario Koltsov como en la Causa General
franquista: el establecimiento de una falsa embajada de Siam en el
Madrid republicano, concretamente en la calle de Juan Bravo, 12, en
donde un "conocido estafador", Antonio Verardini Díez, comandante del
Ejército Popular, se hacía pasar por embajador para atraer a personas de
buena posición económica a las que supuestamente iba a dar asilo, pero a
quienes, en realidad, asesinaba y robaba. El horror, como diría Kurtz,
el inolvidable personaje de El corazón de las tinieblas. Por
cierto que hay otros dos libros más o menos recientes que permiten
atisbar la negrura de aquellos años en España y en Francia: Los rojos de ultramar,
del mexicano Jordi Soler, una estupenda novela que, entre otras cosas,
cuenta el indignante martirio sufrido por los exiliados republicanos en
el campo de concentración francés de Argéles-sur-Mer, y Enterrar a los muertos,
el espléndido ensayo de Ignacio Martínez de Pisón sobre el traductor
español de Dos Passos, José Robles, que fue asesinado durante la Guerra
Civil por los rusos que colaboraban con la República. Estremecedores
testimonios de una brutalidad que no sabía ni de ideologías ni de
fronteras.
No se conoce exactamente qué papel jugaba CGR en el baile de vilezas
del París ocupado, pero sus 12.000 dólares en el bolsillo, su brillante
de nueve quilates y su pasaporte latinoamericano en blanco dan pie para
imaginar unas cuantas ruindades. Además, según se desprende de los
materiales recogidos en París: suite 1940, es posible que el
escritor participara en la venta de obras de arte falsas; e incluso que
fuera un espía franquista. En cualquier caso era un vividor, un
fantasmón, un petimetre más bien cutre y estropeado, con su bigotito
estrafalario y su aire daliniano cadavérico. Ruano, hablando de un amigo
de la época parisiense, escribió con su prosa alucinada de adjetivos:
"Vivió una especie de dandismo alegre y negro, un delirio sin
interrupción, una miseria con incrustaciones de lujo". Frases que
parecen describirle a él mismo. Sí, el notable libro de Llop deja una
sensación muy nítida de aquel ambiente, de aquellos años, de aquellos
individuos y de CGR: un olor a rancio y a cerrado, un polvillo sucio
sobre el corazón. Pura miseria bajo un puñado de palabras de plata.
París: suite 1940. José Carlos Llop. RBA. Barcelona, 2007. 160 páginas. 16 euros. Los rojos de ultramar. Jordi Soler. Alfaguara. Madrid, 2004. 504 páginas. 17 euros. Enterrar a los muertos.
Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral. Barcelona, 2005. 272 páginas.
18 euros. Edición Bolsillo Booket. Barcelona, 2006. 272 páginas. 7,95
euros.
Noche y niebla en el París ocupadoMesa redonda
Encuentro debate entorno al libro Noche y niebla en el París Ocupado,
de Fernando Castillo. Con la participación del autor, Fernando
Castillo, Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes de París y
Denis Cosnard, periodista y webmaster de "Le réseau Modiano".
«Noche y niebla» —Nacht und Nebel— es el nombre que recibió el
decreto de diciembre de 1941 firmado por el mariscal Wilhelm Keitel, el
jefe del Estado Mayor del Ejército alemán, mediante el cual se otorgaba
cobertura administrativa a la desaparición de todos aquellos que estaban
considerados enemigos del Reich.
El decreto permitía la detención, encarcelamiento y ejecución de los enemigos de Alemania sin explicación ninguna. Los afectados a quienes se les aplicaba simplemente desaparecían, como si nunca hubieran existido, en la noche y entre la niebla. La siniestra oscuridad que durante los años de la Segunda Guerra Mundial devoró a resistentes, comunistas, socialistas, republicanos españoles y judíos era muy diferente de aquella otra que al finalizar la guerra cayó sobre las vidas cruzadas de los cuatro protagonistas de este libro: César González Ruano, periodista y escritor; Pedro Urraca, el agregado de policía en la embajada de París durante la Ocupación, que tuvo un papel muy destacado en la detención de los refugiados republicanos; Albert Modiano, padre del escritor Patrick Modiano; y André Gabison, un extraño personaje, judío y a la par destacado collabo, que desfiló por los archivos de los aliados y de la policía española, y aparecerá en las novelas de Patrick Modiano. El historiador Fernando Castillo Cáceres, en este libro que está a medio camino entre el ensayo histórico y una suerte de quest, aborda con datos de archivo una rigurosa aproximación al milieu de la Ocupación, para rescatar de entre las ruinas del tiempo y la oscuridad la verdadera historia de estos personajes. |
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