miércoles, 1 de mayo de 2013

POESÍA: EN LOS MANICOMIOS LAS BOMBAS SONABAN A ALEGRE CANCIÓN



Quien no supo de la guerra
es que no la vivió.

En los manicomios las bombas sonaban
a alegre canción
que los locos acompañaban
con redobles de tambor
y castañear de los dientes
en señal de regocijo y emoción.

Entre sacos de patatas
arrancadas a la caja de un camión
y paseos por un largo corredor
Buscarini tuvo tiempo
para olvidarse hasta del día en que nació.

La niña de su vida;
el Escorial con su mal de amor;
los portugueses de juerga en una sucia pensión;
sus amigos repartiéndose
el último verso de un poema destilado
para ser bebido con mucho ron
y entre ellos su padre
y la madre la que lo parió
que a un manicomio lo envió,
todos son parte de su vida
a la que Buscarini se agarró
desde siempre con tesón.

Todo en el poeta son recuerdos
que como si fueran las fuelles
de un acordeón
se convierten en música
que al saltar al aire
lo hace con pasión
en esas noches en que Buscarin
debio pensar y con razón
en todo aquello que soñó y no alcanzó.

En Logroño, patria chica y mayor,
Buscarini se sintió
en un manicomio
galgo corredor
saltando de peña en peña
libre como el viento
que nunca por respetar domó.

Fue en un manicomio,
triste institución,
donde iban a parar
los llamados locos, idos o chiflados del corazón
a los que un poeta dedicó una canción:

En un malecón
locos había dos
el suicida
que se quería morir por amor
y el mar
con su triste canción
convertida en nicho
de un loco que en sus aguas se suicidó.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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