Amanece con cielo azul.
Me llama el color del cielo
desde que lo descubrí por primera vez
camino casi seguro
de alguno de aquellos campos
donde mi padre venía a cultivar cereales que se venían a recoger
para cuando los calores eran tan infernales como los que se daban en la propia casa de Lucifer.
En los amaneceres de aquellos días
en que Pinarejo se despertaba a ritmo de ¿vamos a ver que hacer?
se oía el relincho de los animales de carga en las cuadras,
el balar de las ovejas sedientas de sed
y la explosión de algún avión a reacción
sobre el horizonte indeterminado que corría paralelo a las ansias de libertad que albergaba el ser
de todos aquellos nacidos para sufrir
y no ver
sus ansias de libertad,
ya caída a flor de pie,l
correr
entre montañas de ilusiones
y cantares impregnados de penas que solo el que las padecía las podía entender.
Me llegan
aquellas que eran voces en la plaza
de quienes teniendo que salir a cosechar
más que recoger
padecían de soledades que llenaban los sentidos
y a cubos se podían verter
sobre los tornajos donde las ovejas iban a beber.
¿Estas sólo?
le pregunto a mi ser
en una mañana radiante
camino de las Canteras
buscando una viña y una balsa
y un pozo de agua dulce donde poder beber
a ras del agua
sin necesidad de vaso ni de recipiente alguno que no tenga que ver
con mis labios lamiendo el agua
y mis pies
cogidos a las piedras
con que se viene a revestir su pared.
¡Hay que ver
Como corre el tiempo
y en ese correr
la mente nos traslada
sin parada alguna en ningún café
del presente que nos invita a rebuscar en nuestra niñez
hasta el pasado en que en una cuna nos venimos a ver!
Tomar del tiempo lo mínimo
con tal de regresar
a los orígenes del ser
por una carretera
tan nuestra
como la sangre
que corre desde el corazón a los pies.
Del Castillo a Pinarejo
y volver
ya tomado
la dosis
que servía para no ser
fuera del pueblo que te había visto nacer
un extraño
como lo fue
Don Quijote
cuando se despertó
del sueño que lo hizo enloquecer.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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