miércoles, 1 de enero de 2014

POESIA: MI CLUB DE POETAS MUERTOS Y VIVOS


En el Club de los poetas
que forman parte de ese laberinto de libros
que duermen durante días
en las estanterías de mi memoria reconvertida en guía ilustrativa del mundo de las letras
cada uno tiene su sitio
ya sea de forma personal
con nombres y apellidos
o formando parte de determinados colectivos
cada uno con su respectiva etiqueta.
Se me apiñan, como si fueran niños y niñas,
los poetas por modas, épocas y por tendencias
y con ellos juego
mientras ellos se dejan llevar por el trajín que se desprende de esta empresa.
A veces los saco al patio
y como si fueran niños juegan
a componer versos,
a rimar ásperas letras,
a tratar el amor con vehemencia
y a la muerte con estruendo de tambores y gaitas de una Galicia con meigas.
Siempre después de haber asistido mis poetas
a alguna lectura de versos
en casinos, paraninfos, plazas, teatros o trincheras,
regresan con la lívido a tope
y la garganta seca
y yo como si supiera que hacer con ellos en esos momentos de euforia pasajera
los dejo tranquilos y espero a que otra vez vuelvan
a la tranquilidad del momento
en la sala que les sirve de despensa.
Los hay, mis poetas,
que venciendo a los convencionalismos
se adhieren al grupo íntimo de amigos y amigas
que más les vienen  al gusto
por aquello de las armas y las letras.
También tengo otros poetas
más desgraciados, tristes y necesitados de caricias y buenas nuevas
pues en su deambular por el mundo
fueron arrojados a los abismos
más por conforme dijeron las cosas
que por cualquier otro motivo
que tenga que ver con su categoría
como genios de las letras.
Mis poetas son todos ilustrados
y buenos comedores de libros
y bien se cuidan ellos de demostrar
con un cierto sarcasmo y lirismo
el por qué se encuentran subidos
a ese carro de la poesía
que los hace actuales y queridos en mi librería de viejo y nuevo y de gangas como piedras.
Poetas corren por los interiores de mi organismo,
a ciegas los toco
y cuando leo algún libro
intento sin más ciencia que la intuición y el buen sentido
ponerles filiación
y acomodarlos como buenos chicos
allí donde mejor les vienen los vientos
y se sienten más a gusto consigo mismo y con mi conciencia.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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