jueves, 13 de febrero de 2014
POESÍA: EN EL PARADOR DE ALARCÓN CABALLERO FUÍ NOMBRADO
Me dejé caer sobre Alarcón,
a esas horas en que en las mesas humeaban unos buenos platos de gazpachos
y lo hice a sabiendas de que este pueblo me serviría de reclamo
para hablar de las bondades de la provincia de Cuenca
desde las sierras a los llanos
y desde los pantanos hasta los lugares de su geografía más alejados.
Alarcón era villa y cabecera de casi un arzobispado
con tantas murallas y castillos, iglesias, hostales y nobles en sus palacios aposentados
que cuando llegas a sus plazas
y miras hacia donde se divisan las aguas que corren hasta el lugar para reposar en sus remansos
ves algo más que tierras plantadas de girasoles, olivos, vides y cereales de diferentes granos.
Iba por aquel día pensando
en aquellos otros tiempos en que el infante Don Juan Manuel por allí pasaba a caballo
disfrutando de la caza con sus halcones engalanados
de capuchones como si fueran verdugos encima de un cadalso
a punto de pasar por la horca a algún condenado.
A estas horas de la tarde resulta de mal trago
después de venir del trabajo
leer sobre asuntos que aun queriendo será imposible realizarlos
es por ello que me dedico
a contar de lo que puedo y hago
la mitad de la mitad por si acaso.
Alarcón, de Valencia a un paso,
se abre como si fuera la torta de un girasol para enseñarnos
sus casas y plazas,
su parador y sus palacios,
sus murallas y riberas de ese río que desciende camino del mar murmurando.
Quién no para en Alarcón
y quién no disfruta de sus paisajes embrujados
no sabe lo que se pierde
por mucho que le cuenten otros lo bien que lo pasaron.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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