Ahora quiero contarles
lo que del ajo
en el Quijote se viene a decir
con claridad diurna
que no son otras cosas
que consejos de sabios
a pedantes que van por el mundo
perdonando vidas sin reparos.
Era en eso Don Quijote de la Mancha tan certero
que sin miedo a meter la pata
y salir por uñas disparado
me atrevo a decirles
en este vaticinio tan sensato,
que aquí se articula sin ningún reparo,
que los ajos gozaron en el Quijote
de muy buena fortuna y juicio sano,
ya fuera en forma de latiguillos
muy acertados
directos a la mandíbula
de cualquier mal pensado
o en preparados de cocina
tan claros
que del mundo entero hicieron las delicias
de más de un enamorado.
No faltan los ajos en las migas
partidos y en aceite de oliva echados,
ni en un buen salón,
carne de ovino al relente dejado,
bien machacados,
hasta soltar toda su villanía
sin grito alguno que pueda delatar el porrazo,
ni en los galianos que se comen
por las tierras de La Mancha y de Extremadura,
sin reparos.
Los ajos de Las Pedroñeras
como se ven tienen buena literatura,
llegado el momento adecuado,
por eso les recomiendo que haciendo caso
del Quijote disfruten de ellos en vida,
pues son muy sanos,
ya sean asados, crudos, hervidos, fritos
y si me apuran enteros y a bocados,
pues dicen que alivian
los males de la gota y hacen que la sangre corra más deprisa
hacia arriba y hacia abajo.
Son ajos los de Las Pedroñeras
de esos que se cultivan.
con dolor del espinazo,
en honor de multitudes, comparsas, bandas,
y sin necesidad de guardias de asalto,
aunque si por allí preguntan
les dirán que en eso de criar ajos
hay mucha pedagogía y poco trabajo literario,
tanta que ya nadie duda
de que Las Pedroñeras sean la capital de ajo,
solo por culpa, de esos laboriosos labradores
de sus tierras encantados
que se gastan su peculio en criar ajos
hasta en las cimas de montañas ariscas,
esas con tantos gasones, y guijarros
que nadie diría que allí el ajo
pudiera tener cuna, sepultura y buena crianza antes de la llegada del verano.
Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio
EL AJO EN EL QUIJOTE:
“no comas ajos y cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería”
MIGAS
Un pan sentado de varios días, sin llegar estar duro, se
pica en dados la noche anterior, se humedece ligeramente y se
deja reposar envuelto en un paño. Al día siguiente se fríen en
aceite de oliva unos dientes de ajo partidos, se apartan y en el
mismo aceite se fríen unos torreznos, magras, mesao, chorizos si
se quiere, todo en tajadas regulares hasta quedar dorados y
apartándolos. En el aceite se fríen unas tajadas de corteza de
pan que también se apartan (estos son los llamados
chicharrones). Se sofríe ligeramente una cucharada de
pimentón sin llegar a quemarlo e inmediatamente se incorporan
las migas que se picaron la víspera con los ajos. Se hacen a
fuego lento y removiendo continuamente, esta es la parte más
laboriosa, para que no se quemen, hasta que queden doradas
y sueltas probando de sal. Se mezclan los chicharrones y se
aparatan. Se hace un cráter en el centro de la sartén en el que
ponen los torreznos, magras... etc. Y se envuelven con migas
haciendo una pequeña montaña. Se comen en la misma sartén,
todos alrededor, con cuchara haciendo tajo hacia el centro
(eso es ley en todas las comidas de caldero, sartén, etc.) para
llegar a la carne. Se acompañan con uvas, de ahí que sea una
comida de otoño.
Algunas variaciones fríen pimientos y “sardinas de
cuba” enteros en el aceite y los
incorporan al empezar a comer. Otros las hacen muy húmedas
quedando poco sueltas, como si fuera una gran torta que se
va cortando con la cuchara. Todas son excelentes.
SALÓN
Es una variedad del salpicón. Se suele hacer cuando una
oveja muere de accidente. Una vez desollada se le quitan todos
los huesos. Se le hacen muchos cortes metiéndoles mucha sal.
Todo se unta con ajos machacados, vinagre y pimentón. Después
se lía esta carne sobre sí misma lo más prieta posible y se
deja en un lebrillo un día. Después se estira, colocándole una
caña en las patas de delante y traseras para que quede bien
extendida, se pone a secar en un lugar que le dé bien el aire.
Para comerlo se hace trozos pequeños que se fríen hasta
dejarlos muy secos. Se le puede añadir tomate al freír.
GALIANOS
Pastoril por excelencia, plato rotundo y especialmente
festivo. Se hacen con carne de caza menor: conejo, liebre y
perdiz. Se pueden sustituir o añadir pichones, gallinas, etc.
Pero nos remitiremos a la receta más tradicional, lo que da el
campo, la caza. Se cuecen con un chorreón de aceite, unos
dientes de ajos, laurel, sal y pimentón hasta que la carne esté
tierna en que se deshuesa dejándola desmenuzada en trozos muy
delgados. Cuando rompe a hervir de nuevo se añade la
“torta de pastor” espizcada dejándola cocer hasta
quedar blanda. Se remueve de vez en cuando para que no se peguen
y para que queden mezclados. Antes de apartar debe
rectificarse de sal. No deben quedar ni caldosos ni secos.
La torta de pastor se hace con harina, agua y sal, sin levadura,
de forma redonda y plana del grosor de un dedo; generalmente se
cocía en la brasa que queda después de quemar el sirle del
ganado. Hoy se fabrica industrialmente más fina. Este plato
también es conocido como “gazpachos manchegos” y
“gazpachos de pastor”.
Don Quijote > Edición. Segunda parte > Capítulo X (3 de 3):
—Sancho, ¿qué te parece cuán mal
quisto soy de encantadores70? Y mira
hasta dónde se estiende su malicia y la ojeriza
que me tienen, pues me han querido privar del
contento que pudiera darme ver en su ser a mi
señora. En efecto71, yo
nací para ejemplo de desdichados y para ser
blanco y terrero donde tomen la mira y asiesten las
flechas de la mala fortuna72. Y has
también de advertir, Sancho, que no se
contentaron estos traidores de haber vuelto y
transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron
y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la
de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que
es tan suyo de las principales señoras73, que es
el buen olor, por andar siempre entreXXIV
ámbares y entre flores. Porque te hago saber,
Sancho, que cuando llegué a subir a Dulcinea
sobre su hacanea, según tú dices, que a
mí me pareció borrica, me dio un olor de
ajos crudos74, que me
encalabrinó y atosigó el alma75.
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