viernes, 22 de agosto de 2014

POESÍA: POR ESA MONTAÑA LLENA DE HUESOS Y MÚSCULOS

En la montaña llena de huesos y músculos
que afloran entre las piedras, rocas y tierra batida por los vientos puros,
allí donde la vida es más dura que el diamante bruto
los árboles mueven las ramas a su gusto
y los arbustos emergen por todos los sitios
a la espera de una siega y de un roce de manos que les de nuevos estímulos.

Todo en la montaña es limpio

desde el aire que pasa marcando un ritmo
tan grande que su música no cabe en libreto alguno,
hasta la lluvia que cae dando vida a ese espacio tan íntimo
que en ella uno se siente cupido.

En medio de esa montaña que se eleva

sobre la llanura con mar y río
brota la vida entre murmullos
que suenan en los oídos 
de quienes por ella caminamos a opera en un teatro abierto al mundanal mundo 
de las ciudades y pueblos sometidos a la esclavitud por determinados individuos. 

Lejos, ya metido en ese espacio,

al cual acudo
para sentirme de él su hijo,
leo y disfruto
descifrando todo lo que con mis ojos observo
desde lo más pequeño a lo grande e ínfimo.

No hay momento, ni segundo, ni minuto,

en que caminando por esos espacios
no me olvide de aquello otro que me llevó a ese pequeño paraíso
solo sometido 
a mis deseos que lo ven como si fuera el único ser que pasó por allí y con ello me siento a gusto.

El mar desde aquí es un remanso de agua

que se pierde por un infinito,
raya que deslumbra mis ojos
y tras el cual seguro que no hay más monstruos
que los que descubrimos en nuestra mente cuando en la cama la oscuridad crea arquetipos
de seres que solo existen en los cuentos que nos contaron de niños. 

Ruinas descritas en los libros

aparecen en esta montaña colgando sobre un precipicio
y en ellas se ve la mano de los vándalos individuos
que mancillas las piedras con un placer tan íntimo
y también el paso del tiempo que con su olvido mata más de lo que debería ser en un principio.

De los hombres hay tanto escrito
que si juntáramos lo bueno y lo malo
la balanza rompería su equilibrio
siempre a favor de ese platillo
donde lo malo pesa tanto que hundiría el mundo.

¡Volver a la montaña!
Vuelvo ahora mismo,
ya para cuando el calor se retira rendido
y vuelve con nuevo y renovado impulso
la frescor del día
que es para todos los que nos vamos por esos caminos
lo único que pedimos.

Autor: José Vicente Navarro Rubio





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