sábado, 23 de agosto de 2014

POESIA: : ¿QUÉ LES DIGO?

Hasta aquel lugar remoto casi perdido
en una mancha eterna de paisajes comidos por las semillas de trigo,
entre aguas ausentes que se iban hacia otros paraísos,
de enero a diciembre: doce meses de un tiro,
allí el hambre se quitaba a mordiscos
que daba la vida a esos seres pequeñitos
que por haber nacido en la tierra de sus antepasados eran herederos de ese gran yugo
que los arrastraba  a la servidumbre perpetua con la tierra y sus dueños: amos, mal nacidos.
Pobres los hombres, pobres las mujeres, pobres los padres, abuelos, tíos e hijos
solo los ricos tenían derechos a un trato distintivo
en aquella tierra, la Mancha, mancha eterna que quemaba de lo lindo
a los pobres labradores nacidos
para no ver de la vida más allá de lo que atina a ver un perro sometido a la vara de su dueño
y al verdugo tierno que les crece a los olivos
allí donde su tronco toca con la tierra y crece como si fueran, ramas sin sentido,
hijos que no darán fruto.
Pobres las mujeres con sus soledades y sus lutos
siempre vestidas de negro pues la vida les quitaba muy pronto lo más querido
sin venir a cuento y como se cuenta en algún libro con conocimiento del Altísimo.
En esos pueblos, Pinarejo, en la provincia de Cuenca, el mío,
al igual que en todos los pueblos y camposantos habían sepulturas de todos los tipos
pero las que más en la tierra dura  sin más adornos que un pequeño montículo de tierra
y una cruz de hierro indicativa de que debajo estaba una hija o un hijo de algún conocido.
¿Qué les digo? ¿Por qué me siento tan abatido?
Hablo de lo que siento y lo digo a sabiendas de que no me voy ni un milímetro
de lo que es una verdad que clama por las noches a gritos
y llama a las puertas y ventanas pidiendo entre suspiros
que alguien diga lo que el viento canta como ruiseñor muerto de frío
en los inviernos crudos con la nieve pegada a las alas y en el pico
la muerte oliendo a almud de trigo.
Alejada de mi esa historia que les cuento ahora les digo que me siento bendecido
por lo que me ha dado el destino
todo a base de esfuerzos y de ese instinto primitivo
de que solo el que persigue una meta consigue su objetivo.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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