Tras la lectura vino ese momento,
inquietud en el alma,
algo prohibido,
el deseo del ser
a través de sus ojos y sentidos,
así cogido el poema
casi en la boca una fruta prohibida
seguía yaciendo
con las palabras, casi istmos,
que describían algo tan sensual
como un beso, en los labios, flor de hermoso colorido.
La tenue luz
acrecentaba el lamento
de aquel individuo
metido en la camisa del poeta
queriendo descubrir sus ritmos,
los del amor por cierto
tan primitivo
que todavía en las cavernas se puede ver a las Venus,
con sus cuerpos rollizos,
esperando la maternidad, con ese alivio,
de las doncellas elevadas a la categoría de Diosas de los pequeños mundos.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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