se siente atraído
por la fuerza de la costumbre,
por ese su indomable instinto
a estas horas de la tarde,
algo más que una rutina.
Ni le duele nada,
ni tiene penas,
que no sean otras
que aquellos hechos
que se suman a su descansada vida.
Así contamos
la calma y sus respectivas comidas,
los paseos desmedidos,
el sueño y descanso, las caricias
y así su celo despierto, se activa,
para cuando sale y una perra se encuentra receptiva.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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