Y vi el último nido con sus gauchos
sobre la rama seca,
y a la madre asumiendo su destino
y a sus hijos,
guachos, corriendo un riesgo,
desafió sin banderas,
en el espacio casi astronautas,
a punto de tomar la luna.
Contemplé el árbol desgajado su tronco,
hojas secas en el suelo, caídas hace tiempo,
y vi el nido.
Un pensamiento me salpica, que sean felices,
es algo así como un tormento
en tiempo de pestes
y de martirios
la iglesia sabe de esto más de lo que está escrito.
Toqué el tronco
y noté el vacío
de la savia subiendo hasta su poblada cabecera
y asumí que estaba vivo
gracias a la química de un boticario experto.
Vi el nido y los picos, ellos abiertos,
como pinzas de langostas
en un mar turbio
en el que se hacen realidad nuestros deseos.
Supe que existían
al ser testigo de su sufrimiento,
ellos tan limpios
y yo tan impío
como si del mundo en el que soy un cero
fuera un testigo ya muerto.
Ojala vosotros
hijos de la vida que yo no vivo
sigáis el ejemplo
de los témpanos de hielo
cruzando los océanos
y desafiando el poder
de quienes os convierten en agua
que solo mueve determinados deseos.
Así ya casi asido
de las ramas de ese árbol
quiero ser en el nido
otro gaucho
alimentado por su madre
a la espera de que el árbol resista
y no caiga al suelo.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario