Oír al río Jucar, tan largo y fuerte
y ver las entrañas de su cuerpo,
las gargantas con su desespero
de las aguas intentando mantener calmas prohibidas.
Tocar los silencios que viven en sus fondos,
coger las flores de sus riberas
y construir monumentos
en honor a su esfuerzo
por hacernos la vida más agradable.
Ir a los llanos para ver como allí dormita
una y mil veces
y bajar por su curso
para entender que su inmortalidad se agranda
en la medida en que se hacen mayores nuestros sufrimientos.
Volver a su nacimiento
para entender porque ríe la montaña
y bajar hasta las costas
allí donde mueren los ríos
y la mar se convierte en el infierno que durante siglos aterrorizó a los mortales.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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