domingo, 25 de noviembre de 2018

POESÍA: CALAMOCHA Y SIETE AGUAS YA EL FRÍO TOMANDO LOS ESPACIOS CIRCUNDANTES


En Calamocha el aire hiere,
estampa del mil colores,
hielo,
casi cristal transparente,
en los campos yermos sobresale
la hierba cortada
cruel mensaje
en un invierno duro
que late
en las páginas de un almanaque.

Allí se detiene el coche
sobre la planicie, un instante,
para uno darse cuenta
que solo las espuelas de bronce
liman los dientes de quien tiene hambre.

Soñé en la mañana
con ser parte
de la tierra que se toca
y se abre,
bohemia y sobria
casi un quilate
de sangre
corre
por los surcos vacíos de vida salvaje,
así de repente se aprende
que si se llega se puede
formar parte del paisaje.

Que importa lo que se coge
setas u hongos o rebollones,
si ya el camino
forma parte
de la vida de quien solo quiere
al menos,
si se puede,
seguir respirando en alguna parte.

Será por eso
que en la fugacidad de una tarde
arde el motor de un coche
ya de vuelta hacia otra parte.

Siete son las aguas, siete,
y allí el potaje, olla,
sabe
a lo que uno fue en una vida frágil
cual soga de esparto,
ya el frío lamiendo los estantes,
en un pueblo de La Mancha,
con aromas a heno y sopa de ajo caliente
a cada instante,
tal el humo que sale
en el cielo
ya estrella errante.

¿Quizás en Las Moratillas
crezcan las amapolas y níscalos silvestres?

¿Quizás estas solo sean
ese escaparate
que se necesita como tubo de escape
para poner tierra por delante?

No obstante
es bueno saber
que desde siempre vuelven a los mismos sitios
las golondrinas de Becquer
para ya en casa,
hogar caliente,
pensar en ese mañana que se abre
para cuando raya la luz
que llega desde la calle
y a uno
en la mente
se le enciende
una chispa casi hiriente
que avisa entre vaivenes
fichaje a las ocho,
¡de nuevo fichaje!.

Así volvemos a la rutina
que nos hace
abejas de un enjambre
mientras duermen los holgazanes

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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