martes, 30 de abril de 2019

POESÍA: GENARO SE LLAMABA Y EN GENARÍN QUEDÓ



¡Ay de Genarín!
sirva el lamento para explicar
el dolor
y lo mucho
que este hombre sufrió
por culpa de un camión
que de este mundo se lo llevó
sin más previó aviso
que un golpe seco,
en la noche sonido atronador
que despertó
a quienes en la Ciudad de León
eran presa de un gran sopor.

Y con Gerandín sucedió
que nació una historia que caló
en el pensar de la gente
y así se fundó
una cofradía en su honor
que año tras año,
igual da quien mande en la nación,
saca a su santo en procesión.

En la plaza de San Martín
haga frío o calor
comienza el jueves,
ya el gallo cantó,
una procesión en su honor.

Cabezudos y pendones,
marionetas
y así señor
entre ofrendas
y vivas
a la madre que lo parió
recorre el santo las calles,
la de la Sal
es de todas la mejor,
hasta llegar a la catedral
donde se hace un parón
para rezar un credo
y así sentir el dolor
de quien va camino de un calvario
en el cual él nunca pensó.

Por ser su amada
y llevarla en su corazón
no faltará un poema
y que mejor ocasión
que en el convento de las Carbajalas
levantar el telón
en memoria de la Mocha
por lo mucho que dio
a quien solo se le acercaba para pedirle amor.

Por el Arco de la cárcel
marcha la procesión,
ya Gerandín es aclamado,
ya se oye a un santón
en el tercer cubo
cerca de donde el fatal lance ocurrió
hacer pública la homilía
en honor
del mayor santo de la ciudad de León.

De todos los hermanos
es el mejor
aquel al que se llama el Escalador
por trepar por la muralla
y depositar en un rincón
una ofrenda
que según la tradición
orujo, naranja y queso,
Gerundín en vida degustaba cuando murió.

Ya en la Plaza del Grano
revienta la procesión
Y entre ofrendas y poesías
¡ay cuanta emoción!
Gerundín se eleva
parece que lo reclama Dios
para regentar un mesón
el de la Gloria
junto a Nuestro Señor.

Marchar no puede,
el caso ya pasó,
ocurre
que al poeta no se le olvidó
dar entrada
en este poema
que no elevará ningún clamor
al padre de la criatura,
que un día de la cama se alzó
llevado por un misticismo
propio de un buen orador
para dar vida
en ello brilló su imaginación
a tan peculiar personaje,
empedernido bebedor,
mujeriego y trasnochador,
pendenciero
y si fuera poco
lo que de él se escribió
santo y querido
casi como patrón
de una ciudad como León
siempre  la espera que llegue el jueves
en que Genarín sufre pasión.

Autor: José Vicente Navarro Rubio


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