sábado, 11 de mayo de 2019

POESÍA: CAMINO DE LA HOZ, DE LAS CANTERAS, DE LA MORALEJA




Veo un carro
de cuatro ruedas
y una charca de agua llena
y a alguien que grita
vaya sorpresa
mientras el sol se torna amarillo
como la yema
de un huevo de cigüeña
ya el carro tomando fuerza
entre gritos de estupor
camino de las Canteras

Autor: Desconocido



Quizás sea verdad que los ríos no llevan
a ninguna parte
y sus caudales solo sean
algo así como el viento corriendo
sobre las cabezas de espigas verdes en las siembras.

La marcha fue lenta,
había que descubrir el corazón de piedra
de la madre naturaleza,
así el camino se alargaba,
iba por una vereda,
de frente los espacios con machas verdes
y negras
y a la izquierda
un monte de carrascas
con no más fieras
que los saltamontes saltando en mitad de la senda.

Pastos sin ganado,
ya la vertedera durmiendo
allí donde se cosechan
hilos de araña,
en alguna era,
seguimos en aquella mañana
por aquellas viejas Canteras
donde un día mi hermano
que tengo cerca,
dice que rompía los terrones de consolidadas arenas
y dentro en su corazón de arenisca parda
como las cabezas de las ovejas
encontraba las pitas decoradas con surcos hondos
tal almejas.

La mañana daba para que corrieran las piernas,
y entre las piedras viejas
se mueven las ramas secas
de un almendro
que solo Dios sabe el tiempo que espera
a que llegaran los niños que por allí jugaban
a ser fuertes como los brazos de acero del padre
que los miraba de reojo
no fuera
que el sol se les subiera a la cabeza.

Aprieta el cinto la senda,
se estrecha,
y ya en el pozo Las Pitas,
testigo de una época,
con aguas que se beben las avispas y abejas
la mañana se vuelve tibia
como si fuera
que quienes por allí caminan no supieran
que un poco más adelante
quedan
los restos antiguos de un caserío y su paridera.

En la mañana descubrimos la existencia 
de aquello que se llama amar
a la madre naturaleza
y llevados por el sopor
que una bota de vino nos presta
continuamos aspirando sabores
que no se pagan con ninguna moneda.

La Hoz, con sus pinos,
madre de casi una sierra
nos enseña
los viejos lugares casi escuela
de una generación de labradores
que yacen bajo la tierra
y así un colmenar,
solar que conserva,
en su interior un corral derruido de ovejas,
nos abre sus brazos
es como si supiera
que al otro lado de La Morreta,
en una aldea
llamada la Moraleja
una familia confundida con el sol que nos pega
nos esperara,
junto a la puerta,
para darnos la bienvenida y recordarnos,
con paciencia,
lo fértil que es la vida
si de vez en cuando te paras
y piensas
lo que eres gracia a esa herencia
llamada genes
que circula desde los pies a la cabeza
por mucho que alguien diga
que la fortuna es aquello
que se conserva
en una caja fuerte a la espera
de con ella comprar ligerezas.

De vuelta al pueblo
entre olmos
quizás alguien sepa
que por allí caminaron hombres y mujeres
a lomos de mulos,
de carros y de galeras
y que los viejos troncos heridos por las sierras,
allí donde brotan
ahora ramos de olivos
y collejas
que se ríen de nuestras ocurrencias,
fueron en otros días algo más
de lo que se ve
ahora
en apariencia.

Viejos cascos de botijos y vasijas
en un campo comido por la siembra
nos señalan con su vieja apariencia
que por allí andaron otros y otras
en otras épocas
sacando el paleduz para alimentar
 con su dulzor de caña tierna
la boca de quienes soñaban correr
detrás de las estrellas.

Un campo de trigo,
casi pradera
y un aire suave
lamiendo nuestras cejas
nos invita con su suave inclinación de cabeza
a que sobre el suelo ya tumbados
por encima
un cielo sin estrellas
olfatear el olor de las amapolas
como si fuera
la vuelta a un pasado que cada vez más cuesta.

Y así camino del molino
perdido se nos queda
el recuerdo de una tarde
quizás,
Dios quiera,
que esta sea una más
y que detrás de ellas vengan
otras y otras
y así sumando monedas
el viejo bote de cristal de mermelada casera
que yace escondido en una derruida pared
en las Canteras
se llene de aquello que solo sirve,
 para que sigamos siendo niños
que juegan
a no perder su inocencia.



Autor: José Vicente Navarro Rubio


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