domingo, 28 de julio de 2019

William Dalrymple: From the Holy Mountain y la ciudad de los DJINNS









William Dalrymple (1965). Aunque sus obras más recientes versan sobre la historia de la India decimonónica (Return of a King: The Battle for Afghanistan o The Last Mughal: The Fall of Delhi, 1857), entre sus libros se le ha escapado alguno de viajes, como el espiritual Nueve vidas: En busca de lo sagrado en la India de hoy. Es, sin duda, uno de los mejores narradores de viajes contemporáneos, y de él destaca su descripción de la arquitectura, el conocimiento histórico y su personal análisis de los elementos socioculturales.

Sus dos mejores libros del género nos trasladan a una ciudad y unas religiones que, prácticamente, han desaparecido: Monte Santo: Viaje a la sombra de Bizancio, donde recoge los ritos de las antiquísimas minorías cristianas de Oriente Próximo, amenazadas por el proceso de islamización de la región; y su otra obra maestra de este género, La ciudad de los Djinns, donde describe la Delhi previa a la gran eclosión india causada por la apertura económica de principios de los 90.

La ciudad de los Djinns es un diario de viaje sobre la capital histórica de la India, Delhi. Es el segundo libro de William Dalrymple, y fue el resultado de la estancia de seis años en Nueva Delhi, por parte del autor.

Fue el primer producto de la historia de amor de Dalrymple con la India, centrado en Delhi, una ciudad con 'un filón sin fondo de historias'. En forma más como una novela que como un libro de viajes, él y su esposa encontraron un abundante elenco de personajes: su casera sij, taxistas, funcionarios de aduanas, y los supervivientes británicos del Raj, así como derviches y bailarines eunucos ( 'una extraña mezcla de piedad y obscenidad').

Dalrymple describe tanto las ruinas antiguas como la experiencia de vivir en la ciudad moderna: él va en busca de la historia detrás de las historias épicas del Mahabharata. Encuentra las evidencias del pasado violento de la ciudad en el presente, el motín de 1857 contra el dominio británico, las masacres tras la partición de India en 1947 y los disturbios tras el asesinato de Indira Gandhi en 1984.

El libro sigue un estilo establecido de digresiones históricas, ligado con los acontecimientos contemporáneos y una multitud de anécdotas, narradas con humor.

Siguiendo las huellas del monje anacoreta Juan Mosco, se supone que nacido en Damasco antes del año 550 y muerto probablemente en Roma en el 619, el escritor escocés William Dalrymple emprendió un largo viaje a través de las tierras del antiguo Imperio bizantino, cuyas experiencias relata en su voluminosa obra From the Holy Mountain: A Journey in the Shadow of Byzantium (1997), donde narra con minuciosidad las vicisitudes de los cristianos de Oriente desde los tiempos más antiguos hasta el siglo XX.




Juan Mosco dejó una obra fundamental para conocer la historia de aquellas comunidades en su época: el Λειμών (‘Leimon’), muy divulgado durante toda la Edad Media, que no sería traducido y editado hasta siglos más tarde, primero en latín por el teólogo y humanista italiano Ambrogio Traversari (Venecia, 1475) con el título Pratum spirituale, y mucho después (1624) en francés, a partir de la versión latina, por Fronton du Duc con el título Pré spirituel.

El manuscrito del Prado espiritual (que en la primera edición española, debida a Juan Basilio Sanctoro, publicada en Madrid en 1674, se presenta como “Recopilado de autores antiguos clarissimos y Santos Doctores”), se custodia actualmente en el monasterio ortodoxo de Iviron, en el Monte Athos. Hacia allí dirigió sus primeros pasos Dalrymple y consiguió, con una pequeña estratagema, tenerlo en sus manos.

Después de ingresar en el monasterio palestino de San Teodosio, Mosco vivió durante diez años entre los eremitas del valle del Jordán y, junto con su discípulo Sofronio (que más tarde sería nombrado patriarca de Jerusalén) viajó por Siria, Cilicia, Egipto y las islas del Egeo. Tras la ocupación de Jerusalén por los persas (614) tuvo que refugiarse en Constantinopla y finalmente en Roma.

Constituyen un nuevo género de literatura las leyendas y las vidas de los santos, multiplicadas á la sazón y que tenían un objeto enteramente práctico, procurando menos cautivar el entendimiento y satisfacer la razón que conmover la voluntad. Cerano, obispo de París, escribió á todos los clérigos pidiéndoles las tradiciones piadosas de sus respectivos países. Juan Mosch, que se dirigió desde Alejandría á Roma, compuso allí el Prado Espiritual, en doscientos diez y nueve capítulos de milagros. A veces se ejercitaba en estas vidas el talento de los monjes, quienes inventaban á porfía las circunstancias más raras, hasta que vino la crítica á pasarlas por la criba, reuniéndose más tarde las elegidas en un cuerpo de historia que abraza quince siglos y todos los países, todos los usos, todas las categorías. 


In Prató spírit. cap. 180 . Sé creyó por largo tiempo que el Prado espiritual fuese producción de San Sofronio ; y aun San Juan Damasceno Orat. l. de Inagin. le cita baxo su nombre. Pero los eruditos fundados ert su dedicatoria, y en la Biblioteca de Focio afirman , que su verdadero Autor fué Juan Mosch, celebre Monge , amigo intimo, maestro y compañero en sus peregrinaciones de aquel santo Patriarca, quien fué el Mecenas de aquella apreciable obra y testigo de muchos hechos en ella contenidos

María Belmonte: Desde el Monte Santo. Viaje a la sombra de Bizancio, de William Dalrymple



¿Mi libro de viajes favorito? Es difícil elegir. Hay tantos buenos. Pero hay uno extraordinario: Desde el Monte Santo. Viaje a la sombra de Bizancio, de William Dalrymple. En 1994, Dalrymple emprendió un viaje tras las huellas de Juan Mosco, monje bizantino que en el año 578 partió en peregrinaje por el Mediterráneo oriental para recoger la sabiduría de los padres del desierto, de los sabios y los místicos del oriente bizantino. En Constantinopla escribió un libro titulado El prado espiritual, donde relató todas las anécdotas e historias sagradas más memorables de su periplo, para, después, morir de agotamiento. Siguiendo sus huellas, Dalrymple nos lleva de viaje desde el monte Athos a Turquía sudoriental, pasando por Líbano, Siria y Palestina hasta llegar al desierto de Egipto mientras nos narra la dramática situación de los cristianos en Oriente Medio. El libro está salpicado de peripecias personales de todo tipo: peligrosas, absurdas, divertidas, pero este pasaje de su estancia en Alejandría, casi al final de su viaje, resume para mí el tono del libro: “Un volumen encuadernado de las cuatro novelas del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell me ha acompañado en este viaje, como agradable contrapunto de la espiritualidad a veces sombría de los monasterios que he visitado. Durante las largas tardes monásticas en las que el sol daba de plano en el desolado albergue y la quietud era absoluta, sin que el más leve sonido quebrara el lento bamboleo de las cortinas desvaídas de la celda, podía ser muy tranquilizador dejar a un lado Las máximas de los padres del desierto y sentarme a leer sobre burdeles y bailarinas, sobre comerciantes corruptos y hacendados voluptuosos, ‘libertinos dispuestos a hundirse en los sentidos tan profundamente como cualquier padre del desierto en la mente’, como dice Baltasar en Justine”. Genial.

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