Y allí
estaba sin más decir
el cuerno de cabra,
el ocre
y el mastil
de las naves que se acercaban
a un puerto que no quería compartir
las tragedias que llegaban de un mar por descubrir.
Se anunciaba
que era así,
que era así,
tierra de encantos
con su río navegable
hasta allí
hasta allí
donde la corriente llevaba mansamente,
tierra adentro, sin fin.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.