Dos libras serán suficiente
y nos darán
para harinar y azucarar
la masa
que tendremos que preparar
para que ustedes sepan
de que va
este asunto
que acaba de comenzar.
En esta receta no pueden faltar
los huevos, media docena,
nada más,
ni aceite del viejo olivar ,
medio litro y a cascar,
raspadura de limón
de la Valencia inmortal
y dos papelinas de gaseosa.
¿Qué tal?
Hay que batir las yemas
sin parar
y mezclar el azúcar
en forma circular
tal cual fueramos a sembrar
un inmenso trigal.
Todo esto ya hecho,
ya sudando sin parar,
hay que decir que la tarde está
acabando de comenzar
al amasijo, de cabeza se van
las yemas, el aceite,
tal cual,
y la harina,
blanca como la cal,
las raspaduras del limón
con olores a profundidades del mar,
y a
revolver todo sin parar
Casi al final
dejamos la masa reposar
con una hora bastará
y ahora,
uno a uno,
tras,
los moldes se comienzan a rellenar
y así,
sin más,
el horno será
ese lugar
en el que las magdalenas
cogerán
ese volumen
tan particular,
para convertirse,
¡Dios que bondad!
en excelente manjar.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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