Es un canto el que elevo,
a lo más alto,
allí donde las aristas de los edificios terminan.
Es una plegaria,
si no mintiera,
para no decir mentiras diría,
que se contienen en los versos de los poetas que no cuidan su rima
factibles teorías,
que llevadas a cabo tras ser leídas con ternura,
descubren un mundo mejor,
otras vidas,
a las que se puede llegar si en ello uno se anima,
la humanidad eterna camina por otras vías.
Decía el poeta
que en el día a día,
que en el desván donde duermen los fantasmas que uno mismo se cría
se guardan con llaves todas aquellas cosas que bien estudiadas y leídas
deberían constituir el gran libro de la vida.
Todo comienza con tener estima al planeta del cual nos servimos de él
sin consideración alguna,
continua con que nadie esté en altura por encima
del resto de seres humanos que constituye la gens a la cual servimos desde la cuna,
y así hablando del trabajo y de la economía
solo decir que el reparto, la mistura, serían buenos avances en esta nuestra lucha
del ser humano contra las cadenas que sin saberlo le esclavizan,
a un futuro incierto,
a una tierra que terminará siendo improductiva,
al caos eterno de una humanidad marchita
que desaparecerá de la faz de la tierra
al igual que ya lo hicieron otras criaturas.
Quizás sean los fríos o calores eternos
acompañados de ingratitudes y envidias
los desencadenantes finales de un ciclo
que por desventura
será factible y supondrá la ruina
de todo los visto con los ojos de cualquier criatura.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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