Comenzamos a montar el balcón
con las plantas
a ras del suelo
en sus macetas
y dentro de ellas
el verdor calmado
de lo que eran
los últimos vestigios
de un jardín
infantil,
las cuerdas de tender sin ropa
estaban tiesas
y el sol pegaba
con su cara linda,
todo envuelto
parecía
y todo así debería de ser,
nada indicaba
que en aquel sábado
algo diferente viniera a ocurrir,
la fachada de la finca estaba ocupada
por un artilugio
que subía
y bajaba a los hombres
con sus botes de pintura,
se veía que faltaba la mano de una mujer.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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