Me llena el romanticismo
que llena una sartén
de besos compartidos
y me empacha
con su amor y cariño.
Ruge el amor dentro
de uno,
se llenó en una noche
con mucho frío,
se trajo de los tajos
donde nace un río
el claror de sus aguas
con que llenar el espíritu.
Sin amor no hay nada,
saben a cero infinito
los trinos,
de las aves que columpian
sus ideas
colgados sus nidos
de un precipicio.
El amor con música
es parecido
a un sabroso despertar
junto al ser más querido
para componer unas letras
que hablen
de lo divino y no divino
que brota en uno,
como simientes y esporas
que fecundan
en la tierra su cariño.
Amor para pasear, querer
y vivir juntos,
en lo más necesario e intimo,
para escucharse
y ya poseídos,
de la quinta esencia
de un suspiro,
vagar en pos
de aquello que quisimos.
Sin amor no hay mundo,
quienes no aman
solo piensan en las guerras
y en el egoísmo,
amores que mueren
siempre van ellos de luto,
por mucho que quieran
enseñar sus joyas
y poner cara
de que todo ya lo han visto.
Amor para quererse,
para encender los ojos de sonrisas,
al rojo vivo,
para ofrecerse en sacrificio
en la llama del cariño,
esa que siempre arde,
en honor a Manitú,
Gran Espíritu,
y otros Dioses,
colgando de sus diferentes Olimpos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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