Yo mido mi tiempo por lo que soy,
no pasa nada que no sea
lo cotidiano de un acto caritativo,
me se de mi tiempo cogido
y él y yo
sin hablarnos
solo con mirarnos nos sentimos a gusto.
Y ahora el tiempo en mi está detenido
y eso me obliga,
en estas cuestiones no caben
más interpretaciones
que aquellas que se dicen de libro,
a ser la realidad que vivo
en esto que escribo.
Ya el tiempo es todo,
menos cenizas y humo,
el tiempo marca
y con el tiempo la historia
se convierte en testigo
del pasado que se explica
y que otros seres compartieron
sin saber que un día serían objeto de estudio.
Más allá de todo esto solo hay
un espejo en el que me miro
y en el cual me veo
mientras escribo,
en un tiempo
que desde siempre ha estado sometido
a un pasado y a un presente que vivimos.
No pesa la losa del tiempo que nace y muere,
ese que en las redes consumimos,
tan atemporal
que a veces confundimos,
con ese otro tiempo
en nada caritativo
que se va descolgando de un reloj
que solo parar puede
la muerte que se abre
sin saber donde,
en algún lugar impreciso,
al cual iremos a parar
ya estemos de algo
o nada investidos
de más gloria
que esa que pasa por los ojos
para cuando algo se ve
a través de un efecto óptico
que deforma la realidad
que un día intuimos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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