No quiero ser nada,
solo el poeta que compone este poema,
ya el hado se ha ido en esta noche
en la que aletea una mosca
y tras ella se ve la sombra de la inspiración
intentando transformar
lo que en apariencia es poca cosa
en otra hermosa.
Componer un poema
es un asunto de mucha monta,
con los colores del alma
se sienten a los poemas
vivir hermosas aventuras amorosas
o adversidades desastrosas.
El blanco los hace inocentes,
el amarillo realza el amor
que en los versos se propaga,
el negro son tormentas
de costa a costa
en medio de océanos con grandes fosas
y con el rojo
según se mire,
ocurre una u otra cosa,
o se coge o se deja
y es que las pasiones son como notas
de un piano de cola
que solo suena cuando sus teclas se tocan.
Poeta que no siente,
se le ve llevado de una tristeza
de esas que no engañan.
A todas luces solo se llora
para cuando los poemas
se convierten en dramas.
Es como si de ellos naciera
una marchita rosa
y hubiera que velarla
por aquello de que la tristeza
si no se toca
no es tragedia a lo Antígona
ni las plañideras lloran.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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