Son las seis de la mañana
y por allí serán las cinco
y en otros lados las cuatro
y lo más seguro que los de las tres
deben andar ya borrachos
y no digo yo de los que están oyendo
tocar campanas
o viniendo una película
mala de esas que nunca acaba.
No me meto con los que trabajan
a estas horas,
para que no pongan mala cara,
pues seguro que están haciendo
un buen servicio a la humanidad
más cercana
al lugar donde trabajan.
Solo se que a estas horas tan tempranas
me despertó una gata
que venía de parranda
y al mirar por la ventana
y verme enfundado con mi ordenador
y la luz encima de la cama
pensó ella en alguna otra situación romántica
y ahí la tengo
a la gata esa que huele el pescado a distancia
con el morro pegado al cristal,
y los ojos como si fueran lanzallamas
a la espera de que le abra
para deslizarse hasta aquí donde uno da la lata.
Pobre en esta vida de quien pensando
que solo él sabe de que trata
se encuentra de repente
con una fotografía sacada
de lo que es el universo de las formas
para cuando solo uno retrata
un instante mágico de algo
que para nada se volverá a repetir
seguro que en décadas muy largas.
Amor de gata
que espanta
ruego a la mañana
que sea leve
y que esa amenaza
que enturbia la mente
del poeta que les habla
solo sea hambre
para hoy
y pan para mañana.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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