La noche me obliga a hacer
lo que yo no quiero,
me ha convertido en su sereno
y así me veo
a altas horas de la madrugada
vigilando con celo
para que ningún borracho
señale a la luna con el dedo.
Y así noches tras noches
todas ellas asumiendo,
que nací para ser
el eterno despertador
del mundo encubierto,
que la noche representa
por aquello
de ser su color tan negro
como el propio ébano.
Una luz en la oscuridad
y allí estoy yo presto,
viendo si una estrella ha nacido
o es el caso
que murió hace tiempo
y esa luz que se ve
forma parte de su destello.
Se oye ¡Sereno!
y un eco
¡Voy yendo!
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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