Los amoríos de los poemas
son pastoriles
si la naturaleza en ellos se trata
y las ovejas balan
mientras las pastoras
en mitad de un prado
bien ellas se solazan.
Si no son de eso que se llama,
romanticismo
y es que Bécquer los clavaba
tal corazón de vampiro
atravesado por una estaca.
En época de mis abuelos
se daba eso de escribir cartas
y en una que leí que me llegó al alma
decía con letra muy clara:
Mi amor te escribo desde la Habana,
por aquí si muero
sepas que las azucenas
para ti me las regalan.
Que bonito y que dulce
aquel regalo de mi bisabuelo
para su amada.
Ahora los amores son cibernéticos,
no sabes quién es la amada
y se pudiera dar el caso
de que fuera un amado
o un cara dura
de esos que se ganan la vida
tocando el arpa,
a la espera de que algo les caiga.
Los amores si no se tocan
son algo que por lo menos
la atención llama,
yo por eso tengo el mío.
De carne y hueso
es mi amada
y para los poemas me basta
con cantarle a la luna
canciones bien hilvanadas.
Me ocurre como a los toros
que a poco que el cielo se apaga
le entra morriña,
es como si el alma me atravesaran
con los clavos de cristo
y me mirarán cien vampiresas
de mi enamoradas hasta las trancas.
Luis Mariano cantaba:
La luna se está peinando
En los espejos del río
Y un toro la está mirando
Entre la jara escondío.
y yo con la luna me voy a la cama
ahora que está cascabelea
y de mi tiene ganas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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