Yo me llevaría al otro mundo
el dolor y las penas
y esas cosas terrenales
que nos incan
de malas maneras a la tierra
y daría en un acto público
sin asistencia de clero ni iglesia,
el amor de los enamorados
a quienes de el carezcan,
para que amen y sepan
que con el amor
solo se pueden construir cosas bellas.
A Putin le daría un trozo de alma
de esas de quienes han perdido
a un hijo en la guerra.
A Trump lo resucitaría en una selva
para que sepa
lo que es espantar moscas
con la melena.
Y a los señores de las guerras
mil muertes les daría
y mil veces los devolvería a la tierra,
para despertarlos
en mitad de una tormenta de obuses
y granadas de carga llena
de gritos de terror,
de los niños que mueren
sin saber el por qué
sobre ellos recae la ira de un Dios
al cual por las noches rezan.
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