Déjense ir.
¡Déjense!
Háganlo así,
piensen que un soneto
les quiere sonreír.
Sepan que son frágiles,
algo parecido
a un cristal
que se rompe sin sentir,
más que aquel dolor
que se le puede infligir
a un soldado de plomo
cuando se nota salir,
del crisol, allí,
donde las lenguas de fuego
son así,
como un beso
que se deja sentir,
para cuando el alba llega
y tu amada está allí,
esperando que llegues
para junto a ti,
consumir un deseo
antes de que el mundo
se deje rendir
y todo vuelva a ser
la risa gris,
de una hiena acostumbrada
a de putrefactos cadáveres sobrevivir.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario