La tarde ebria me hace sonreír,
ella se siente tierna,
ante ella yo me vengo a redimir.
Ella se abre,
yo estoy aquí,
soy el lazo de unión
entre lo que amé
y lo que puedo vivir.
Como se ve todo es pasado y presente,
el futuro por venir
ya los pensamientos
se dejan venir,
se aproximan hasta aquí,
para en compañía mía no sufrir.
Perfecto, dije,
perfecto, oí.
Don Perfecto tiene una tiza
y con ella aprendí,
a que dos más tres,
es así
a cinco dedos
con que conseguir
menear el cubilete
de las fichas del parchís.
Una tarde sin París,
sin sonreír
al Rey Sol
ni por supuesto al Gran Delfín.
Una tarde por aquí
en que truena
y el cielo se pone a parir.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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