Soy poeta de medianoches
bien pasadas,
de para cuando todos descansan
en las camas.
Soy poeta que canta
de vez en cuando a su amada.
Es el trino que me lleva,
es la música que me alza,
son las sayas del viento
las que me servirán de mortaja.
Si canto, es leve mi carencia,
mi tono apagado,
mi laringe es el resultado
de jugar con las palabras,
afilando los sentidos
sobre la piedra
sobre la que se restaura
el filo de lo que corta o mata.
Uno no pide nada,
solo sacar este poema
aunque sea,
así se habla,
a trancas y barrancas.
Todo lo quiero,
digo en hondo quejido
del diafragma
y se sumerge mi mirada,
en un cuadro que resiste
los envites de tantas batallas.
La razón sobre la inteligencia,
la mudez sobre la palabra,
la muerte sobre la vida
y el amor sobre los silencios del alma.
Ahora pasa una moto,
ahora en una mesa una pareja
se coge de las manos
mientras piden una cerveza
y una naranjada.
Ahora llegan unas noticias que alarman,
y es que esta primavera trae
azúcar moreno y canela en rama,
agua de limón
y riquísima horchata valenciana,
Llega al poema un afilador
que afila cuchillos y navajas,
lleva en la boca un chiflo
que da música
que él entona y canta.
Hombre de mundo es
y tiene las muelas gastadas
de tanto dar bocados
al hambre que mata.
Ya en una calle se oye
un grito que desgarrador:
¡El afilador,
se afilan
cuchillos,
tijeras
y navajas!
Y en esto salen las mujeres
a las puertas de las casas,
para ver las chispas
de la rueda de moler
y sentir en su alma,
la llegada de la primavera
con un carrusel repleto de esperanzas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario